El Ejecutivo presume de ir hacia el pleno empleo y el PSOE critica su poca ambición social
No fue un debate dramático ni catastrofista, quizá, porque la situación económica no lo permite. El Gobierno presentó ayer los Presupuestos Generales del Estado para 2001 con unos augurios excelentes en función del déficit cero, del crecimiento de la economía un 3,6% del PIB, de una inflación del 2% y, sobre todo, de la creación de 387.300 puestos de trabajo, ya que aspira al pleno empleo. Además, anunció más bajadas de impuestos. El PSOE le negó credibilidad y resaltó su escasa ambición en el gasto social, la formación, la apuesta por los servicios públicos y la investigación.
El Gobierno y el PSOE, el primer partido de la oposición, discutieron ayer, en el debate anual sobre las enmiendas a la totalidad -nueve esta vez, presentadas por distintas formaciones- de los Presupuestos Generales del Estado y su Ley de Acompañamiento, sobre si en este país disminuyen las desigualdades sociales, como pretenden los populares, o si, por el contrario, aumentan, lo que denuncian los socialistas.En cualquier caso, el tono general fue distendido. Entre otras razones, por el particular perfil político de los contendientes: el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y el portavoz parlamentario del PSOE, Jesús Caldera, que sustituyó a su secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, ausente por la grave enfermedad de su madre.
Montoro, que se estrenaba como titular del departamento de Hacienda en esta legislatura con la defensa de los Presupuestos del Gobierno del PP, a los que definió como los del "centro reformista", aprovechó sus diversos turnos para presumir casi sin límites de las mejoras y los beneficios que va a aportar a los ciudadanos el hecho de que, con ellos en La Moncloa, se alcance por primera vez en la democracia española un déficit cero. "El equilibrio es el instrumento adecuado para lograr el pleno empleo y la consolidación del Estado del bienestar", dijo.
"Obsesiones contables"
Por su parte, Caldera le contrapuso "las obsesiones contables del Ejecutivo frente a la ambición de los socialistas por un futuro mejor para todas las familias españolas".Porque, finalmente, no hubo alusiones personales sobre los protagonistas de uno de los principales debates políticos de cada año. Los socialistas olvidaron su pregunta respecto al porqué de que el vicepresidente económico, Rodrigo Rato, no encarase como en los cuatro años anteriores esta discusión y nadie del Gobierno mencionó a Rodríguez Zapatero, aunque Montoro sí ironizó sobre el carácter novel en cuestiones de números de Caldera en este tipo de actos. Eso sí, Caldera no se amilanó y se apresuró a replicarle: "Lo nuevo sustituye a lo gastado y a lo viejo".
Montoro defendió así los presupuestos frente a las enmiendas de devolución presentadas por el PSOE, Izquierda Unida, el PNV y todos los partidos del Grupo Mixto (el Bloque Nacionalista Galego, Eusko Alkartasuna, la Chunta Aragonesista, el Partido Andalucista e Iniciativa per Catalunya).
Todas esas formaciones coincidieron en la falta de realidad de las previsiones económicas del Gobierno ante el desfavorable panorama internacional para 2001 y calificaron las cuentas del Estado como insolidarias y regresivas.
Todo el Ejecutivo, incluido su presidente, José María Aznar, escuchó con atención a Montoro. Sin embargo, Aznar se ausentó del hemiciclo a los cinco minutos de empezar su intervención el portavoz socialista para dirigirse a su despacho en la Cámara baja.
El Gobierno afrontó este debate con un punto de triunfalismo sobre su actuación "austera y equilibrada" de los últimos ejercicios, hasta el punto de augurar que, así, España "entrará en la primera división europea". Montoro incluso se remontó en sus comparaciones a 1995 para destacar que el PP ha favorecido desde entonces la creación de tres millones de puestos de trabajo (500.000 en el año 2000 y los 387.000 previstos para el 2001) y una rebaja de la tasa del paro a la mitad (del 25% al 12,7%).
El PSOE optó en esta ocasión por hilar un discurso duro, pero realista sobre las grandes líneas de actuación económicas del Gobierno y que huyese del tono catastrofista. Caldera empezó por aceptar el momento de "bonanza" para lamentar, eso sí, que el Ejecutivo "no lo aproveche mejor". Fue cuando enfatizó: "Nosotros tenemos más ambición para este país. Nos sabe a poco. Gobernar no sólo es un ejercicio de contabilidad".
Caldera asumió asimismo, la importancia de los equilibrios presupuestarios y de reducir el paro, pero matizó: "La creación de empleo es el objetivo, pero decrece. Este año se ha creado menos que el pasado y que el anterior y su calidad empeora. Los créditos se encarecen y la inflación merma el poder adquisitivo".
Montoro reprochó finalmente a Caldera que repitiese las mismas fórmulas de otros portavoces socialistas en los últimos años, la de demandar más gastos en general y no precisar ni concretar alternativas globales.
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