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48º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Un gamberro y un moribundo

Es a partir de un arranque brillante, el rapto de una gran diva (Melanie Griffith, que se comporta como tal) por parte de una panda de descerebrados que forman una secta amante del cine de autor -y del cineasta a quien el sardónico título homenajea- contrario a Hollywood y detractores de la familia, que el Cecil B. Demented, de John Waters, se adentra en un laberinto de referencias, de Star Trek a El ocaso de los dioses, de La guerra de las galaxias a La noche de los muertos vivientes, con referencias a los directores que Waters considera de culto -Almodóvar, Preminger, Pasolini, Fassbinder, Kenneth Anger, etcétera-, para contar la historia del rodaje de un filme imposible... que en parte es el mismo que el espectador está contemplando, brillante juego metafórico tan explotado por el cine.La película se aguanta, y el público ríe a carcajadas, sobre todo por la familiaridad que provocan sus referencias, el juego que en todo momento establece con el espectador a base de guiños bien condimentados. Cierto, alguien que hizo comer en directo mierda de perro a uno de sus actores fetiches, el travestido Divine, o que convirtió a la maternal Kathleen Turner en una asesina sin entrañas no se parará en barras ante matices, sugerencias y otras lindezas del buen narrar académico.

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Waters lamenta que cada vez sea más difícil provocar

Desinhibición

Waters no engaña, y coherente con su trayectoria anterior, hace del guiñol y la parodia de grueso calibre sus referencias principales. Pero justamente es esa franqueza, esa desinhibición lo que hay que agradecerle. No es una película para padres de familia, ni lo pretende. Pero su gamberrada gustará a todos los amantes de su cine nada adocenado, de sus escritos provocadores, de sus gustos exquisitamente malvados.Por otra parte, la competición continuó ayer en Zabaltegi / Zona Abierta con un título de interés, England! del alemán Achim von Borries, una sensible, sensata aunque un tanto plana y previsible historia protagonizada por un joven ucranio que, afectado por la radiación de Chernóbil, se dispone a recoger a uno de sus amigos, que vive en Berlín, para ir a cumplir el sueño de ambos: conocer Inglaterra. Es un filme primerizo y adolece de errores. Pero no se cuentan entre ellos ni el dramatismo contenido que trasmite la peripecia ni el respeto de su director por la condición emigrante, las víctimas de la fuga radiactiva, la inteligencia de sus espectadores.

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