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EE UU autoriza la investigación pública con células madre de embriones humanos

La medida deja la eliminación de los óvulos fecundados en manos de las empresas privadas

El Gobierno estadounidense autorizó ayer, por primera vez, el uso de fondos públicos para la investigación y manipulación de las llamadas células madre, células procedentes de la destrucción de embriones fertilizados y que tienen el potencial de convertirse en casi cualquier tejido humano. La decisión de Washington, aunque es más tímida que la medida propuesta la semana pasada por el Reino Unido, es una iniciativa pionera entre los Gobiernos occidentales y tiene como objetivo impulsar la investigación pública frente al floreciente sector privado, que en Estados Unidos apenas está limitado. La medida sigue prohibiendo la clonación de embriones y establece un proceso de aprobación lento y complejo para los proyectos.

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Con estas investigaciones se podrán crear bancos de células madre, capaces de generar casi cualquier tipo de tejido, desde neuronas a músculos o huesos, lo que a medio plazo podría convertirse en la solución para combatir enfermedades degenerativas, reparar órganos dañados o paliar enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer.La nueva normativa es limitada y cauta. Permite que laboratorios financiados por el Gobierno experimenten con células madre, pero restringe la procedencia de los embriones. Éstos sólo podrán ser resultado de tratamientos de fertilización in vitro que iban a ser destruidos. Las autoridades estadounidenses tratan así de evitar la creación de embriones con el único propósito de ser utilizados en estos experimentos.

Washington resuelve el delicado asunto de la manipulación de embriones, el aspecto más polémico de estos proyectos y objeto de las protestas antiabortistas y del enfrentamiento con los republicanos, con una dudosa pirueta legal. Los fondos federales no podrán financiar la destrucción de embriones. Sólo los centros privados podrán llevar a cabo esta operación para luego proporcionar a los laboratorios públicos las células madre. Técnicamente, el Gobierno no se responsabiliza de la eliminación de los embriones, aunque utilice sus frutos. Los embriones usados nunca podrán tener más de 14 días, que es cuando empieza a desarrollarse el sistema nervioso.

Las nuevas directrices han sido elaboradas por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), tras un largo y complejo proceso que empezó en diciembre de 1999. Fueron hechas públicas por el propio presidente, Bill Clinton, en una breve rueda de prensa. "Creo que no podemos perder la oportunidad de salvar y mejorar vidas [...] siempre y cuando respetemos unos criterios éticos rigurosos. Esto tiene el potencial de cambiar el futuro", dijo Clinton. "El propósito de esta nueva normativa es garantizar que los proyectos financiados por el NIH se lleven a cabo de una forma ética y legal", reza el comunicado.

La iniciativa sigue siendo mucho más estricta que la enmienda legal aceptada la semana pasada por el Gobierno británico -aún pendiente de aprobación por el Parlamento-, que permite la obtención de células madre procedentes de embriones destinados a la fecundación in vitro y también, bajo estricto control, la clonación terapéutica de embriones. Este último método, basado en la técnica empleada para clonar a la oveja Dolly, parte de un ovocito al que se le elimina el núcleo (portador de la carga genética) que es sustituido por otro de una célula adulta de un paciente. De este modo, se obtiene un embrión clónico del paciente del que sacar las células madre. Esta técnica, al garantizar la identidad genética entre donante y receptor, evita el rechazo del implante en el enfermo.

Washington fija otras limitaciones a la manipulación de las células madre. Prohíbe todo tipo de incentivo económico para los que decidan donar los embriones. Los donantes tampoco podrán ser el "beneficiario médico" de las células que se extraigan de sus embriones ni elegir a los receptores. Las células madres nunca podrán ser utilizadas para crear otros embriones, ni podrán ser mezcladas con embriones animales, ni utilizadas con el propósito de clonar un ser humano.

Aunque estas restricciones sólo se aplican al ámbito público, también influirán indirectamente en el sector privado, muy poco regulado, puesto que las empresas que colaboren con los proyectos del Gobierno "deberán aplicar las normativas del NIH". En estos momentos, la experimentación privada, liderada por las dos empresas Geron y Advanced Cell Technologies (ACT), va muy por delante de los proyectos federales. ACT incluso ha probado mezclar material genético humano con óvulos de vaca. La tímida liberalización de Washington tiene un doble objetivo: lanzar al mercado los laboratorios públicos y ampliar el debate a los problemas éticos, y no sólo comerciales, que implica el uso de embriones.

El estricto proceso de elaboración propuesto por el NIH va a retrasar, sin embargo, al menos hasta finales de 2001 la puesta en marcha de un proyecto público sobre células madre. Cualquier propuesta pasará primero por el escrutinio ético de un grupo de trabajo que se creará especialmente (Human Pluripotent Stem Cell Review Group, HPSCRG), que se reunirá en diciembre de este año, y a su vez entregará sus conclusiones al Comité del NIH, que no empezará a deliberar antes de enero del 2001.

Eso si el Congreso, que reanuda sus sesiones en otoño, o el nuevo presidente que saldrá elegido de las elecciones de noviembre no decide cambiar la normativa. Las asociaciones que representan a enfermos de diabetes o Alzheimer han apoyado la propuesta, pero muchos congresistas conservadores han mostrado su absoluto rechazo al proyecto. "La decisión del NIH es ilegal, amoral e innecesaria. Es inaceptable justificar la muerte de un ser humano inocente para salvar otra vida", dijo ayer el senador republicano Sam Brownback para ilustrar la postura de su partido.

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