Chávez y el petróleo
La gira del presidente venezolano, Hugo Chávez, por los países integrantes de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), terminada la pasada semana, ha llevado al presidente venezolano a visitar el Irán de Mohamed Jatamí, el Irak de Sadam Husein, la Libia de Muammar el Gaddafi y, por último, la Argelia de Abdelaziz Buteflika. Chávez viajó también a Indonesia, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait y Nigeria. El motivo fundamental de esta gira ha sido la organización de la segunda cumbre de jefes de Estado de la OPEP, que tendrá lugar en Venezuela a finales del próximo mes de septiembre. Pero a la innegable importancia del funcionamiento de esta organización hay que sumar el posible alcance del reforzamiento de las relaciones políticas entre países con evidente peso político y unidos por un claro y nítido alejamiento de Washington. Para ello, Chávez se ha saltado los acuerdos de la ONU en cuanto al aislamiento debido para con Irak y Libia, con el consiguiente enfado de la Administración norteamericana.
La fuerte subida del barril de petróleo en el mercado internacional va a marcar la cumbre de septiembre de la OPEP. Por ahora, Chávez insiste, aunando los criterios de sus últimos interlocutores, en la "justicia" del mantenimiento de estos precios, alrededor de los 30 dólares por barril, por cuanto significan de método de redistribución mundial, obligando a los países más desarrollados, que son a su vez los mayores consumidores de petróleo, a pagar a los menos ricos, los productores, un precio alto que permita potenciar el crecimiento a los menos desarrollados. Argumento más que discutible, cuando en la OPEP no están representados, precisamente, los países más pobres, desde Kuwait o los emiratos a la propia Venezuela, destrozada internamente por las desigualdades sociales, pero que tienen mucho más que ver con desastrosas gestiones de sus propios gobiernos que con la falta de recursos.
Las visitas de Chávez tienen, además, una evidente naturaleza política, que de alguna manera nos vuelven a recordar los esfuerzos llevados a cabo por muchos países en décadas anteriores por buscar un mínimo muro de unidad política y económica frente a los más poderosos. Si Bandung significó en su momento el nacimiento de los No Alineados, cuando las dos potencias mundiales -Estados Unidos y la Unión Soviética- dominaban el planeta, hoy aquel movimiento carece de la menor virtualidad. No parece, además, que Rusia pueda ser hoy considerada como uno de los dos polos del equilibrio mundial que dominó la geoestrategia de la posguerra mundial.
¿Podría ser Hugo Chávez el impulsor de un nuevo movimiento que dé cierta coherencia en su política exterior a unos regímenes muy distintos entre sí, pero unidos por lo que aborrecen? ¿Podría servirse del petróleo para ello? Ganador nítido en unas elecciones democráticas, su triunfo popular interno le puede hacer creer que también en la escena internacional podría jugar ese papel dirigente. Parece imposible, pero todo hace pensar que ése es el sueño de Chávez.
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