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Batalla entre el Gobierno y el Senado berlinés por la financiación de la cultura El Festival de Cine y la Orquesta Filarmónica, dos instituciones codiciadas por el poder

Pilar Bonet

¿Quién debe pagar la factura cultural de Berlín? Los costes de la herencia del pasado, sumados a los de las nuevas necesidades representativas de la capital, están enfrentando al Gobierno federal alemán y al Senado o Administración berlinesa, que, después de un año de convivencia, no han llegado a una relación armónica. El ministro de Estado de Cultura, Michael Naumann, quiere quedarse con la Filarmónica y con el Festival de Cine, que adoptaría una línea más innovadora tras el despido de Moritz de Hadeln, su director durante las dos últimas décadas.

El ministro de Cultura quiere tutelar la Filarmónica, además de por su prestigio porque tiene unas finanzas más saneadas que las óperas; Naumann quiere quedarse también con el Museo Judío y la sala de Exposiciones Martin Gropius, entre otras cosas. Al Gobierno federal le gustaría tutelar en exclusiva varias instituciones de prestigio, pero dejarle a Berlín la tarea de lidiar con las tres óperas (la Estatal, la Deutsche Oper y la Cómica), que constituyen hoy el capítulo más gravoso de la financiación cultural del municipio.El Senado berlinés, acostumbrado a manejar por su cuenta las subvenciones culturales del Estado, se resiste a renunciar a las instituciones más rentables y quisiera seguir administrando por si solo el presupuesto que le destina el Gobierno central. Este año, el Gobierno federal ha dado a Berlín la cantidad de 100 millones de marcos (8.500 millones de pesetas) y 60 millones de marcos a Bonn en concepto de compensación por la pérdida de la capitalidad.

Gobierno central y Senado mantienen estos días un duro forcejeo en torno al presupuesto cultural de Berlín para el periodo 2001-2004. Mientras tanto, las figuras de primera fila -desde la Ópera Estatal a la Deutsche Oper, pasando por la Filarmónica- se quejan y amenazan con dar el portazo y emigrar si los responsables financieros no son más generosos. Claudio Abbado, director de la Orquesta de la Filarmónica, ha dicho recientemente que le resulta difícil retener a los buenos músicos con el presupuesto que tiene y que la asignación que le dan corresponde a una orquesta de radiodifusión corriente.

Foco de miradas

Desde abril, Berlín tiene un nuevo senador responsable de cultura, Christoph Stölzl, que fue fundador del Museo Histórico Alemán en Berlín. La tarea que aguarda a este democristiano culto y respetado no es fácil, como lo demostró la dimisión de su predecesora, Christa Thoben, quien sólo resistió unos meses en el cargo. "Berlín es el foco de las miradas de nuestros vecinos en Europa y de todos aquellos en el mundo que siguen con mirada atenta los pasos de Alemania", ha dicho el nuevo responsable de cultura. Stölzl ha insinuado que los länder (estados federados) deberán rascarse el bolsillo en aras de la imagen de la ciudad que les representa a todos ellos y a todos los alemanes. En la RFA, la cultura es competencia regional. Desde el punto de vista administrativo, Berlín es uno de los 16 länder del país.

El crítico literario Helmut Karasek se muestra optimista sobre el futuro de la cultura en Berlín. En parte, dice, debido a las buenas cualidades del nuevo senador, que últimamente estaba al frente del suplemento literario del periódico Die Welt, y, en parte, debido a la ambición del ministro Naumann, que desea lucirse en el terreno cultural. "Si Schröder es el rey Sol, también debe recibir su Versalles", señala jocosamente Karasek. "El nuevo senador entiende el significado de la cultura de élite, lo que puede servirle para enseñar a los berlineses que alguien extraordinario tiene derecho a recibir un sueldo extraordinario", señala Irene Rünge, directora de la Sociedad Cultural Judía de Berlín. A su juicio, uno de los problemas de la ciudad es la intolerancia ante el tratamiento diferenciado del talento.

El presupuesto cultural de la capital tiene déficit que oscilan entre los 50 millones y 100 millones de marcos. Tras las dificultades económicas está la herencia del pasado y el compromiso adquirido de mantener la "sustancia cultural" de la antigua República Democrática Alemana.

"En Berlin convergían dos sistemas que tenían interés en presentar su parte de la ciudad como un todo", explica Karasek. Según el crítico literario, la necesidad de tomar decisiones dolorosas se resolvió por lo general en beneficio del Este. Así, por ejemplo, se cerró el teatro Schiller, que, en su opinión, era el mejor de Berlín occidental. "Nadie se hubiera a trevido a cerrar un teatro del Este porque no se quería ser acusado de colonialismo cultural", señala.

En el Senado existen diversas posiciones: unos están por la clara separación de los objetos a financiar, con un aumento simultáneo de las responsabilidades del Gobierno, y otros, por un sistema de financiación mixta conjunta. Berlín quiere también que el Estado se involucre más en el mantenimiento de los memoriales históricos, incluidos los monumentos soviéticos, algunos de los cuales se encuentran en lamentables condiciones.

El responsable de cultura del Partido del Socialismo Democrático (los ex comunistas de la RDA), Wolfgang Giernus, recuerda que los monumentos soviéticos se encuentran regulados en el Tratado 4 más 2, el documento que puso fin a las responsabilidades especiales de las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. El sistema de financiación actual, admite, es poco transparente y no permite rastrear bien adónde van las subvenciones que el Gobierno central da a Berlín para que esta ciudad las administre.

La ópera, el capítulo mas gravoso

Las tres óperas de la ciudad (la Ópera Estatal, situada en la avenida Unter der Linden; la Deutsche Oper, y la Ópera Cómica) constituyen el capítulo más gravoso del presupuesto cultural administrado por el Senado.

La Ópera Estatal, por ejemplo, tiene un presupuesto anual de casi 118 millones de marcos, de los cuales casi 84 millones son financiados con fondos públicos. Esta ópera se resiste con virulencia a quedarse bajo la tutela del Senado y pugna por ser incluida entre los objetos que el Gobierno federal desea administrar directamente.

"Desde que fuera fundada en 1742 hasta la reunificación, esta casa siempre fue una institucion estatal, y una ciudad como Berlín no tiene capacidad para asumir toda la herencia prusiana", dice su jefe de prensa, Stefan Adam.

El funcionario argumenta con los ejemplos de otras ciudades, como Viena, que financia la Ópera Popular, mientras el Estado austriaco financia la Ópera Estatal.

Sin embargo, el bel canto en general y Richard Wagner en particular no parecen encontrarse entre las debilidades del ministro de Cultura, Michael Naumann, que es un forofo reconocido del cine, el teatro y la literatura.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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