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Una conspiración femenina

Juan Jesús Aznárez

Un editorial del diario El Nacional atribuyó a la crisis un sesgo militar al poner en cuestión el cumplimiento del proyecto inicial que guió la conspiración de febrero de 1992. "Por lo pronto, lo que se nota es una estrategia clara, por parte de los tres comandantes, de deslinde frente al Gobierno", indica el rotativo, "que tiene un objetivo definido: advertir a la sociedad que ellos pueden ser una alternativa válida, distinta lo suficiente, como se pide, pero apegada como nadie a los principios originales del movimiento".Chávez, según declaró públicamente, dejó sin efecto la orden de requisa de las armas de guerra en poder de militantes del oficialista Movimiento Quinta República (MVR), principal fuerza del Polo Patriótico. El Movimiento, como tal, se ha declarado leal al presidente y trata de evitar fugas. Centenares de sus dirigentes vitorearon a Miquilena, por quien Chávez profesa un gran afecto. "¡Aleluya! ¡Miquilena! ¡Dale duro, Miquilena!". Y en la busca de responsables se adelantó William Lara, director del partido. La conspiración, apostó, es femenina. "Mi hipótesis es que detrás de ellos [de los denunciantes] está un ángel ponzoñoso, viste de mujer. Les está haciendo un daño terrible".

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Fuentes periodísticas identificaron a Ángela Zago, conocida comandante guerrillera venezolana en los sesenta, y miembro de la comisión encargada de abordar los asuntos militares en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Zago apoyó las imputaciones contra la dirección de un Gobierno obligado al encaje de bolillos para mantener la popularidad entre una sociedad que votó mayoritariamente por el comandante de paracaidistas confiada en su compromiso contra la corrupción y la impunidad.

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