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Francia impone una ecotasa a las actividades contaminantes y desgravaciones a las "verdes"

Jospin da marcha atrás a su idea de limitar la potencia de los coches para reducir su velocidad

La lucha declarada por el Gobierno francés contra la contaminación acabó ayer en empate. Mientras el Ejecutivo de Lionel Jospin daba marcha atrás en sus propuestas más revolucionarias -como limitar en origen la velocidad de los coches a menos de 140 kilómetros por hora-, avanzó en el terreno de la fiscalidad ecológica. Así, aprobó la imposición de una ecotasa -medida que no existe en España- que grave el comportamiento contaminante tanto de industriales como de particulares. Las actividades ecológicas, en cambio, serán premiadas con reducciones del IVA.

Desde hace dos años el Gobierno francés ha ido adoptando algunas medidas para luchar contra el llamado efecto invernadero -recalentamiento de la tierra a causa de la emisión de gases- al tiempo que anunciaba otras de carácter más radical para un futuro inmediato. Ese futuro fue destapado ayer y no implica ninguna de las decisiones que parecían más conflictivas por lo que podían representar de enfrentamiento con la industria o por su impopularidad. Es el caso de embridar los motores de los automóviles para que no puedan superar los 140 kilómetros por hora.París sostiene que es absurdo fabricar máquinas capaces de alcanzar velocidades mucho más altas que los 130 kilómetros por hora, cuando el código de circulación de la mayoría de países europeos sanciona ir más deprisa. En 1997, Francia ya tanteó la UE sobre este tema y obtuvo una respuesta negativa, al unísono, de Alemania y la firma Mercedes.

Otras soluciones contempladas, como dotar el coche de una suerte de caja negra parecida a la que en los aviones registra todas las acciones del piloto, o de un limitador sonoro tampoco han sido adoptadas. El Gobierno francés no quiere penalizar a sus fabricantes de automóviles, pero parece dispuesto a exportar su idea y asumirla si logra hacerla asumir por todos sus socios de la UE.

Frente a estas renuncias, la nueva fiscalidad ecológica afectará ahora tanto a los industriales como a los particulares. El comportamiento contaminante será gravado con tasas mientras que el ecológico se beneficiará de reducciones del IVA.

En un primer momento, para no aumentar la presión fiscal, la tasa ecológica sería compensada por la reducción de otros impuestos, de forma que sólo tenga un efecto ejemplar. Pero luego, de persistir en la emisión de gases nocivos, la industria o el particular ya no podrían reequilibrar sus impuestos.

Vehículos híbridos

Entre las medidas que ya están en vigor figura la creación de la Agencia para el Medio Ambiente y el Control de la Energía, reducir la diferencia de precio entre el gasóleo y la gasolina sin plomo y limitar la emisión de CO2 de los coches a 140 gramos por kilómetros por hora a partir de 2008. Francia prevé dedicar más dinero a la investigación del cambio climático, pero también a la creación de los llamados vehículos híbridos, que combinan el motor atmosférico convencional con el motor eléctrico. Otras medidas dependerían del respaldo conseguido en Bruselas donde, al margen de discutir sobre las limitaciones de potencia de los motores, se querría encontrar una posición común sobre el precio del queroseno de los aviones, el IVA reducido para las bombillas que necesitan de menos energía, la equiparación de la normativa relativa a los aparatos eléctricos, así como sobre los horarios de trabajo de los camioneros, incompatibles las 35 horas semanales en Francia con las 60 horas laborables vigentes en países como el Reino Unido o España.

Entre las medidas nuevas puede que la más sorprendente sea que la formación de los nuevos conductores contemplará un cursillo de conducción económica o ahorrativa de energía, y que la de mayor impacto sea hacer pagar un canon a los campesinos o ganaderos que abusen de los abonos.

El Gobierno francés quiere presentar todo el paquete de medidas, pasadas, presentes y futuras, como integrantes de un plan coherente destinado a poner el país de acuerdo con el protocolo aprobado en Kioto y que impone a los países industrializados reducir en un 5,2% la emisión del conjunto de los seis gases implicados en el efecto invernadero. Eso significaría que Francia, en 2010, debiera tener un nivel de emisiones de gases idéntico al de 1990. Hoy el mayor problema con que topa Francia no es tanto que sus medidas sean aplicables y suficientes, sino que el crecimiento económico del país, superior al previsto, exigirá, si se quiere respetar el tope de 144 millones de toneladas de carbono al año, hallar una alternativa a un transporte por carretera en auge.

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