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47º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

El umbral de un cambio

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Si se olvida la palabra Volavérunt, graciosa bajo un grabado goyesco pero que no hace gracia metida en la lista de premios de este festival, el resto de las palabras que llenan esta lista merecen un sitio en ella, incluso la presencia simbólica de Jacques Dufilho, un viejo genio de su oficio. El festival ha deslizado el Gran Premio del Jurado hacia las emocionantes negruras de Jaime, una bellísima obra del portugués Antonio-Pedro Vasconcelos. Y, en compañía de Michel Deville y su portentosa La enfermedad de Sachs, ha dado la Concha de Plata a la mejor dirección al chino Zhang Yang, por su trabajo en la minimalísima pero inabarcable Baños. Y ha otorgado el Premio a la Mejor Fotografía a Alfredo Mayo por su trabajo en el magistral melodrama de Gracia Querejeta Cuando vuelvas a mi lado, que a su vez ha obtenido -junto al bello idilio de Bajo el sol, dirigida por el sueco Colin Nutley- una Mención Especial por la calidad de su dirección y su interpretación. Son seis películas de gran calado dentro del concurso de esta notable edición de un certamen que va a más cada año y que -aunque no tiene suerte con las decisiones de sus jurados, que llevan tres ediciones dañando su credibilidad- parece abocado, si se esmera y lo cuidan con los gruesos medios que requiere sostener un impagable escaparate de esta especie, a su edad de oro. La tiene a mano, porque ha trazado su último itinerario con criterios sagaces, astutos e inteligentes y porque se ha buscado ojeadores-tentáculos de alta profesionalidad.

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