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A todo ritmo

Pautas para afrontar la vuelta a clase tras las vacaciones

El recuerdo de la playa queda lejos. Es el momento de coger la mochila y llenarla de libros. El timbre que indica la vuelta al colegio está a punto de sonar para millones de estudiantes de primaria, secundaria obligatoria y bachillerato (de 6a 18 años). Este regreso resulta traumático para algunos estudiantes y para sus padres, y más bien problemático para todos. Cerca de tres meses sin apenas tocar un libro tiene consecuencias en el rendimiento: falta de concentración en las clases, poco rendimiento, aburrimiento, falta de puntualidad y hasta miedo escénico. Para recuperar el ritmo, expertos en pedagogía y psicología de la educación de siete universidades españolas aportan su experiencia.

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El regreso.

La primera impresión es fundamental. Cuando un niño pisa por primera vez el colegio después de las vacaciones puede hacerlo entusiasmado por reencontrarse con los compañeros o aterrado por igual motivo. El choque es tremendo para los chicos que llegan a las aulas por primera vez. Los padres deben acompañar a sus hijos hasta la escuela los primeros días, sobre todo si son pequeños o se incorporan a un nuevo centro, para evitar el sentimiento de abandono que muchos estudiantes sienten. La misma intención tienen los profesores, que empiezan por decir a sus alumnos cómo es la escuela y lo que van a hacer.

La anticipación.

Para suavizar el aterrizaje en las aulas, lo mejor es anunciar el momento. Los padres deben hablar de la escuela como algo emocionante, recordar a sus hijos a los amigos que no han visto desde hace meses y obligar a los chicos a ir con ellos a comprar el material escolar. La curiosidad natural de los niños puede ser estimulada simplemente dejándoles hojear los libros del próximo año.

El ritmo.

Los estudiantes vuelven a clase sabiendo menos que en junio, aseguran los consultados. Recuperar el ritmo requiere un entrenamiento para el cual los meses de verano son fundamentales. Leer, estudiar algún idioma o simplemente visitar museos durante las vacaciones hace más fácil el regreso. Incluso poner la mesa o hacer la cama o cualquier otra obligación familiar sirve para recordarle al niño que debe someterse a ciertas normas, como en el colegio. El nuevo horario también puede ser una molestia. Hay que acostumbar al estudiante a no dormir todo el tiempo que quiera durante la última semana de vacaciones. Las técnicas de estudio son más difíciles de recuperar. Requieren entrenamiento. Los padres no deben presionar, sin embargo, si su hijo no rinde al principio como hacía al final del año anterior. Pero sí estimularles para que lean y hagan sus deberes.

La entrada en el nuevo curso debe ser gradual. Los profesores lo saben, empiezan sus clases con temas que el alumno ya conoce y van intensificando el ritmo. Deben tratarlos como adultos, explicarles los objetivos del curso para que puedan saber de antemano lo que aprenderán, preguntarles qué quieren hacer en clase, ponerlos a trabajar en grupo y hacerles comprender que el aprendizaje va más allá de unas buenas notas.

El lugar propio.

Es fundametal que el estudiante tenga un espacio propio para estudiar y hacer los deberes desde el primer día de clase. No basta con una mesa. Buena luz y un aislamiento suficiente son también necesarios. Es el estudiante quien debe elegir el lugar y ponerlo a su gusto. Las distracciones -televisión, gente a su alrededor- obligan al estudiante a emplear muchas más horas de las necesarias para cumplir con sus tareas.

Las reuniones familiares.

El niño debe sentir que sus estudios son un asunto que comparte con la familia, tan importante como el trabajo de sus padres. Que éstos pregunten sobre el colegio -no sólo por las notas, sino también por los compañeros o los problemas- es importante en este sentido, así como que mantengan reuniones periódicas con los profesores para ver si algo falla. Los padres tienen que controlar que los chicos hagan sus deberes y ayudarles para ello, pero de una forma más flexible durante las primeras semanas.

Paciencia.

Los castigos y las reprimendas no suelen ser aliados eficaces para hacer entender a los estudiantes que deben hincar los codos en la mesa. Los expertos apuestan por la persuasión y, sobre todo, la estimulación. Si los hijos ven leer a sus padres y hablan con ellos de su trabajo, es más fácil que despierten el deseo de aprender.

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