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Un debate entre expertos presenta la Tercera Vía como respuesta nacional

Hijas de la necesidad de renovar el discurso y el programa socialdemócrata tras la caída del muro de Berlín y de responder a los retos y oportunidades de la llamada globalización, la Tercera Vía, o, mejor dicho, las terceras vías, son esencialmente una suma de respuestas nacionales a problemas globales. Es la conclusión que se desprende de los debates en el curso de verano sobre esta materia que se celebra en El Escorial y en los que participan pensadores y políticos como Anthony Giddens, director de la London School of Economics, o Felipe González.

Pese a que la nueva realidad requeriría un tratamiento político y democrático de cuestiones que superan las fronteras estatales, según el británico David Held, los parámetros del cambio político son esencialmente nacionales, como recordó el estadounidense Norman Birnbaum. Las terceras vías, que se van haciendo -pues no están completas-, carecen aún de una visión internacional, o incluso de una idea de Europa suficientemente desarrollada. Quizá sirva para rellenar este hueco la confrontación ayer en El Escorial de las ideas del padre de la Tercera Vía, el sociólogo y director de la London School of Economics, Anthony Giddens, y del impulsor del proyecto Progreso Global en la Internacional Socialista, Felipe González, que clausurará el curso que han codirigido Andrés Ortega, editorialista y columnista de EL PAIS, y Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de MadridLa Tercera Vía no pretende enfrentarse a la globalización, sino navegar en su corriente. ¿Impotencia de la política -a la vez que se pone la libertad individual en el centro-? ¿El Estado como creador de "un orden de competencia" -en palabras de Eugenio Nasarre, director del Servicio de Estudios de La Moncloa-? ¿O, como consideró el sociólogo francés Sami Naïr, "crear mercados y someter las sociedades a los mercados"? Held planteó que toda alternativa a la Tercera Vía debe demostrar que la globalización económica no es algo dado, sino que se puede transformar con la política. A este respecto, al menos de momento, los Gobiernos de las terceras vías no toman a Europa como ámbito en el que resolver integradamente estos problemas. Ésta puede ser una asignatura pendiente, pues, señaló Perger, "si quiere ser algo la Tercera Vía, tiene que ser un proyecto europeo".

Para el secretario de Estado para las Relaciones con las Cortes, José María Michavila, "la Tercera Vía en España es el centro reformista" que representa el PP en su caminar hacia la "zona templada", mientras que Joaquín Estefanía, director de Opinión de EL PAÍS, recordó que la Tercera Vía es un experimento que sale de la socialdemocracia, no de la derecha. Manuel Escudero, secretario del equipo de Programa del PSOE, el profesor Ángel Rivero o el periodista alemán Werner Perger definieron la Tercera Vía como una nueva alianza entre la socialdemocracia y el liberalismo. El valor de la igualdad sigue siendo central, pero como igualdad de oportunidades. La meritocracia del mercado haría la criba. La intervención pública llegaría al final para ayudar a los necesitados. Es decir, luchar al principio y al final de la cadena social e histórica contra la exclusión. Pero si la intervención pública del Estado de bienestar se limita a los excluidos, señaló el politólogo alemán Wolfgang Merkel, éstos pueden quedar estigmatizados.

De otro modo paralelo, Narcís Serra discernió dos corrientes distintas dentro de la Tercera Vía: por una parte el centro radical, que busca una alianza con las clases medias, sin aumento de impuestos y con una limitada ambición redistributiva; por otra, el centroizquierda, que busca esa universalización de una serie de servicios del Estado de bienestar. Un dilema al que la Tercera Vía aún no ha respondido de una forma concreta.

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