Rajoy ultima una reforma de la selectividad que apenas mejora la elección de los alumnos
El plan incluye una oportunidad de subir nota en septiembre, cuando casi no hay plazas
El proyecto de reforma de la selectividad que Mariano Rajoy presentará en los próximos días deja intacto el contenido y la estructura de la prueba y, según los expertos, apenas mejora las posibilidades de los estudiantes de acceder a la carrera elegida, que es justamente el objetivo proclamado por el ministro de Educación, como lo fue antes por Esperanza Aguirre. Dejando de lado las modificaciones de fondo, solicitadas en su día por el Consejo de Universidades y el Senado, el equipo de Rajoy ha elaborado un real decreto que modifica, por tercera vez, una norma de 1991 sobre el acceso a la Universidad. Las dos modificaciones de la selectividad incluidas en las 19 páginas del documento, que el pasado jueves recibió el visto bueno del Consejo de Estado, son:
Las universidades y las comunidades podrán constituirse en distritos autonómicos o interautonómicos si así lo acuerdan. Es decir, en estos casos funcionarán como si fueran una sola universidad y, por tanto, los estudiantes podrán matricularse en cualquiera de sus centros, aunque sean de otras universidades o comunidades.
Los estudiantes podrán examinarse cuantas veces quieran para aprobar o mejorar nota. Las nuevas pruebas deben hacerse en la misma universidad, salvo que se justifique un cambio de residencia, y, en su caso, la mejor calificación será la que cuente. Actualmente, el límite es de otras tres convocatorias para los suspensos y de una más para los aprobados que quieran mejorar.
Rajoy ha señalado en diversas ocasiones que estos dos cambios permitirán a los estudiantes hacer la carrera elegida, aunque no tengan suficiente nota (promedio entre el expediente de bachillerato y las pruebas de selectividad), sin más que volver a presentarse o cambiar de universidad.
Por el contrario, según el criterio mayoritario de los expertos, ninguna de las dos medidas servirá para mejorar significativamente la capacidad de elección.
La creación de distritos universitarios más amplios es una medida reclamada por la mayoría de la comunidad universitaria. Pero la gran objeción, unánimemente compartida, es que resultará inoperante si no viene acompañada de un sustancial aumento de las partidas de becas. De otro modo, sólo una pequeña parte de los alumnos estaría en condiciones económicas de desplazarse a otra ciudad.
El establecimiento de este marco de movilidad hipotética (siempre a expensas de lo que decidan las comunidades y las universidades) se produce en una situación financiera nada favorable. España es, con diferencia, uno de los países desarrollados que menos gasta en becas universitarias. Según las cifras de 1995, como promedio, España destinó a becas por cada estudiantes matriculado 346 dólares, por 591 de Francia, 635 de Austria, 801 de Alemania, 1.390 de Finlandia, 1.740 de Irlanda, 2.347 de Holanda, 2.692 de Dinamarca y 3.553 de Suecia.
Otros datos también plantean dudas acerca de la eficacia de esta medida. Con el sistema de distrito compartido vigente, las universidades guardan al menos un 5% de sus plazas para los alumnos que quieran estudiar en un distrito universitario distinto al suyo. Pues bien, el año pasado se sacaron en España 14.793 plazas de distrito compartido y sólo se cubrieron 6.295, el 43%. Estos datos reflejan, según los expertos, dos hechos: el desinterés de los alumnos por moverse y las muy escasas facilidades de las que gozan.
En cuanto a la ampliación del número de convocatorias, los datos de los últimos años confirman que septiembre no es precisamente el mes de las oportunidades. De hecho, después del verano nunca quedan plazas disponibles en las carreras más disputadas, que son aquellas para las que parece pensada la medida, es decir, las que tienen una elevada nota de corte (la puntuación del último admitido). En la práctica, las únicas plazas libres en septiembre corresponden a carreras en las que la nota de corte es un 5, aquellas para las que no se necesita subir nota.
Con escasas excepciones, el año pasado, las universidades politécnicas ni siquiera ofrecieron plazas en septiembre (sólo algunas en centros privados asociados a ellas), y en el resto de las universidades únicamente quedaron en carreras de humanidades, Derecho y alguna que otra en Matemáticas o Física.
Por ejemplo, la Universidad de Valencia ofreció el año pasado 10.600 plazas (excluidos los centros asociados), de las que para septiembre sólo quedaban disponibles 650, el 6%.
Actualmente existe la posibilidad de que el alumno repita en junio del año siguiente para subir nota, pero sólo una vez. A esta repesca únicamente se presenta un 5% de los alumnos, lo que quiere decir que la mayoría de ellos prefiere encaminarse según las posibilidades que se le brindan antes que quedarse esperando hipotéticas mejoras.
Los expertos aseguran que no habría más posibilidad real de que los alumnos accedieran a los estudios deseados que disponer de un número ilimitado de plazas, lo que, visto de otra forma, sería tanto como tener una universidad flexible y modificable año a año, algo obviamente imposible. Mientras tanto, también señalan otro factor que contribuirá a facilitar la elección: la caída demográfica. Según la proyección del Instituto Nacional de Estadística, en el tramo 1997-2001 el número de jóvenes que cumplen 18 años, la edad de acceso a la Universidad, disminuirá en 104.000, y en el tramo 2001-2005, en 77.000.
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