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La vuelta de la naturaleza

Hay lugares en el País Vasco donde la naturaleza se resiste a retroceder ante el empuje de la urbe. Algunos, en zonas insospechadas. Unos dos kilómetros al este de la mismísima plaza de la Virgen Blanca, del centro de Vitoria, existen unas lagunas que en poco tiempo han recuperado su viejo aspecto, perdido hace 150 años. Desde allí ni siquiera se adivina que pocos metros más allá se levanta una ciudad de 218.000 habitantes. Apenas se ven edificios. Sólo un espacio cuya biodiversidad se multiplicado en sólo unos meses. Los humedales de Betoño y Salburua albergan varias especies amenazadas en Europa y han alcanzado el número uno en cuanto a riqueza natural del municipio de Vitoria, el más grande en extensión de Euskadi. La iniciativa parte de un estudio encargado por el alcalde, José Ángel Cuerda, al Centro de Estudios Ambientales (CEA) hace cinco años para conocer la situación de la zona. En aquel entonces, se trató de impulsar Salburua mediante un Plan Maestro elaborado por una empresa inglesa. Se pretendía ubicar un gran parque, pero finalmente el proyecto fracasó por desavenencias entre los entonces socios municipales (PNV y los socialistas). La idea quedó olvidada en el cajón, pero el estudio siguió su curso. Los trabajos se han repartido por áreas y en ellos han intervenido la Universidad del País Vasco, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Asociación Vasca de Entomología y el propio CEA, entre otros. Efectos prácticos Los efectos prácticos han llegado pronto. En los últimos meses se han resucitado los humedales de Salburua. Se trata de un espacio reducido, de unas 150 hectáreas, pero con una gran biodiversidad. Ocupa un lugar limitado al norte por el pabellón Araba, al oeste por el viejo aeropuerto de Salburua y al sur por la antigua N-I. El foco principal de vida lo atraen dos balsas, con no más de medio metro de profundidad. Una, la de Betoño, todavía causa sorpresa entre los naturalistas por cómo ha sobrevivido a pesar de lindar con la civilización, con las instalaciones deportivas de Michelin. Es la única laguna que se ha mantenido pese al drenaje al que fue sometida la zona hace un siglo y medio para su uso agrícola. La otra, la lámina de Salburua, desapareció por completo. El pasado mes de noviembre se recuperó, al provocar el desbordamiento de un canal cercano. "La respuesta fue magnífica; se inundó y enseguida se llenó de aves acuáticas", recuerda Fernando de Juana, técnico del CEA. Aunque todavía queda trabajo por delante. Ahora sólo subsisten ocho hectáreas de bosque de las cien que había a mediados del siglo XIX. Pronto se repoblarán. "La idea es reproducir las condiciones de hace un siglo", añade. Parque temático El lugar no sólo está ideado como reserva natural, sino también como un paraje visitable. De hecho, el Ayuntamiento cerrará en los próximos años un cinturón verde alrededor de la ciudad, con espacios naturales y zonas de recreo. Además, en Salburua se está planificando un gran parque temático de medio ambiente, cuyo proyecto se elaborará en un mes y espera atraer una inversión de 15.000 millones de pesetas. De momento, ya existe un itinerario alrededor de la laguna de Betoño y este mes se ultimará la preparación de otro paseo alrededor de la otra balsa. Para ello se está construyendo un observatorio y poblará la zona con 42 ciervos. En sólo cuatro meses, el lugar ya se ha convertido en el segundo lugar más frecuentado de Álava -tras los embalses- por las aves acuáticas: en enero se censaron 1.300 (115 especies distintas), repartidas entre grullas, gansos, patos, cigüeñas, aguiluchos y otras de menor tamaño. En Salburua habitan también varias especies catalogadas como "vulnerables", el grado anterior a "en peligro de extinción". Por ejemplo, la exótica rana ágil (pequeño anfibio, marrón y con patas alargadas), unos 15 a 28 ejemplares de visón europeo (el vertebrado más amenazado a nivel mundial de los que viven en Euskadi), el murciélago de grandes herraduras y algunas rarezas del mundo de los escarabajos.

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