Espiral de pugnas y represalias en Paraguay
El presidente Luis González Macchi ha anunciado que su primera medida será detener al ex general Oviedo
La dimisión del presidente Raúl Cubas y la huida del ex general Lino César Oviedo es un respiro para la agobiante situación que vivía Paraguay, que escapa momentáneamente de la escalada de amenazas y violencias, y evita la entrada de las Fuerzas Armadas en la vida política. Pero difícilmente cerrará una crisis que viene de lejos. El capítulo iniciado la noche del domingo anuncia un nuevo ciclo de purgas y represalias. Horas antes de jurar como nuevo presidente de Paraguay, Luis Ángel González Macchi reveló algunas de sus intenciones cuando Raúl Cubas todavía no había anunciado al país su dimisión. "Mi decreto número uno será cúmplase el acuerdo de sentencia de la Corte Suprema que establece que el general Lino Oviedo tiene que guardar detención", se aventuró a declarar Macchi el domingo por la tarde en los peores momentos de incertidumbre, cuando el caudillo paraguayo no se había convertido en un fugitivo.Los primeros vencedores son los halcones del viejo stronismo enquistados en el Partido Colorado. Admiradores de Alfredo Stroessner, el dictador que gobernó Paraguay con puño de hierro entre 1954 y 1989 y que hoy disfruta de un exilio dorado en Brasil. El nuevo presidente, González Macchi, es hijo de Saúl González, uno de los más estrechos colaboradores del ex dictador, de quien fue jefe de Policía y ministro de Justicia y Trabajo.
Este sector del Partido Colorado estaba encabezado por el ex vicepresidente Luis María Argaña, asesinado la semana pasada. Los primeros nombramientos de Macchi hablan por sí solos. Walter Bower, ministro de Interior, fue miembro de la Juventud Stronista; Martín Chiola, candidato para la cartera de Salud, fue senador de la dictadura y puntal de la política represiva en la Universidad; Jesús Argaña, secretario privado del primer mandatario, es hijo del vicepresidente asesinado la semana pasada.
Detrás de esta facción está el ex presidente Juan Carlos Wasmosy, la bestia negra del tándem Cubas-Oviedo, que le acusaba de graves delitos de corrupción en torno a los 6.000 millones de dólares, cantidad que supone el 60% del PIB paraguayo. Argañistas y wasmosystas declararon la guerra al sector oviedista desde que el presidente Cubas firmó el decreto que sacaba de la cárcel al general.
Wasmosy ha puesto su enorme capacidad económica para financiar la campaña en favor del juicio político a Cubas. Ha logrado su defenestración política y, lo que es más importante, ha sorteado, de momento, la amenaza de una acción judicial en su contra. Las diferencias entre los dos sectores del partido tienen poco que ver con la ideología y mucho con el reparto del pastel económico del país. Cubas, desde el palacio presidencial, y Oviedo, desde la sombra, llevaron a cabo una intensa limpieza en la Administración y en la cúpula de las Fuerzas Armadas. Con Macchi en la presidencia de la República, los papeles se invierten y se avecina una nueva campaña de depuración política en la Administración y en parte de las Fuerzas Armadas, según vaticina un diplomático acreditado en Asunción.
Los abundantes carteles y fotografías del general Oviedo han desaparecido de las calles, vehículos y transporte público de Asunción. Quien hace una semana era visto por amplios sectores de la población como un héroe, hoy es denostado, al menos por aquellos que más vociferan. Nadie puede garantizar que la opinión sufra un nuevo cambio de forma súbita.
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