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Tribuna
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Inercia estratégica

Liddell Hart observó con desesperada lucidez que hay una inercia mental de la que es prisionero el alto mando, a tenor de la cual las nuevas guerras se planifican y emprenden bajo las pautas estratégicas y tácticas de las guerras precedentes; es decir, bajo parámetros ya invalidados por los nuevos datos en presencia. Así parece haber sido en el caso del castigo bélico y de la argumentación militar ensayada estos días con Slobodan Milosevic, presidente de lo que queda de la Federación de Yugoslavia. El esquema del ataque aéreo parece calcado del empleado antes por Estados Unidos y el Reino Unido sobre suelo iraquí con Sadam Husein, y puede tener análoga ineficacia. Todo indica que hubiera sido necesario innovar atendiendo las recomendaciones de autores clásicos como el citado Liddell Hart, autor de La estrategia de la aproximación indirecta, y del mismo Carlos Clausewitz, quien recomienda establecer con claridad dónde reside el centro de gravedad del enemigo antes de iniciar las operaciones militares que una guerra lleva consigo.El objetivo fijado de la intervención militar de la OTAN en Yugoslavia es el de parar la matanza de los kosovares en la que anda metido el presidente serbio, Slobodan Milosevic. Se trata, pues, de paralizarle, de impedirle que prosiga la eliminación de los kosovares, especialmente de los que tienen denominación de origen albanesa. Pero esas tareas de represión y limpieza étnica, religiosa o nacionalista, para nada requieren de Milosevic el uso de las baterías antiaéreas o de las bases de misiles tierra-aire que están siendo inutilizadas en estos días. Mientras al cielo se alzan las columnas de humo de los incendios provocados por los bombardeos de la OTAN, las fuerzas de Milosevic se han sentido, por el contrario, aún más estimuladas para emplearse a fondo contra las gentes de Kosovo, a las que vemos en las imágenes de la CNN huyendo con lo puesto. Para consumo interno, sin embargo, las barbaries propias de los efectivos serbios tienden a enmascararse como actos de legítima defensa frente a la agresión internacional.

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Así se achican muy deprisa los espacios para la disidencia. La manipulación mediática consigue identificar a Milosevic con Yugoslavia y reclama la adhesión inquebrantable al líder que desafía la adversidad. Cualquier tibieza pasa a ser antipatriótica y a ser interpretada en términos de deserción frente al enemigo internacional. Entretanto, los kosovares siguen inermes ante una policía y unas tropas serbias todavía más exasperadas y empeñadas en proceder a su eliminación física o a su encaminamiento hacia el exilio forzoso, campo a través, en busca del cobijo de otra frontera, lo cual para nada empece que mientras tanto insistan en reclamarles como compatriotas irrenunciables. Es la versión colectiva de ese lema tan arraigado del maltrato familiar -"la maté porque era mía"- que campea todavía en tantos países de la cuenca mediterránea.

Todo apunta, si las anteriores consideraciones fueran ciertas, a que el indeseable Milosevic resulta ahora más fuerte que antes de iniciarse el castigo propinado por la OTAN. Es seguro que esa posibilidad habrá sido ponderada en su día por los analistas y estrategas de la Alianza, la cual, a su vez, se había quedado sin margen de libertad para hacer otra cosa después de una serie prolongada de ultimatos incumplidos. Había sonado la hora del respeto a la palabra dada. Sin credibilidad, el futuro de la Alianza se tornaba incierto. Además, un colega y buen amigo ha recordado en las páginas de El Economista lo que Rafael Sánchez Ferlosio nos tiene explicado sobre los preparativos que claman por su cumplimiento. "Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir", y eso es lo sucedido en la crisis de Kosovo y la Alianza Atlántica.

Pero antes del rompan filas que algunos intentan o de las dosis de pánico que afectan a los aliados en razón directamente proporcional a su cercanía al área de conflicto, la cuestión previa a dilucidar era la del centro de gravedad del enemigo Milosevic; es decir, la de cómo debilitar y desestabilizar a Milosevic de forma que quedara imposibilitado de continuar sus agresiones a los kosovares. ¿Dónde reside la fortaleza de Milosevic: en las armas o en el respaldo de una población intoxicada por la propaganda sin contraste de los tiempos del cólera? ¿Por qué se ha preferido actuar sobre las defensas antiaéreas y otros objetivos militares en lugar de hacerlo con la misma contundencia para informar a la población serbia de buena voluntad, que es sin duda la inmensa mayoría?

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