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Sabado, 6 de marzo de 1999

Cataluña

Pujals suspende la aplicación del decreto sobre el doblaje al catalán

El Pais | Barcelona

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Hollywood: ni gigantes ni molinos VICENÇ VILLATORO

Para llegar al provincianismo hay dos vías seguras, la del exceso y la del defecto. Es provinciano el exceso de creerse los mejores, los más importantes, de sobrevalorar las propias posibilidades. Pero es provinciano también lo contrario: considerarse sistemáticamente inferior, no valorar bien las propias fuerzas. Ante la voluntad de la Generalitat de buscar el doblaje al catalán de las películas más taquilleras para que los ciudadanos de Cataluña puedan escoger la lengua en la que acceden a la oferta cinematográfica, algunos han hablado de provincianismo por exceso. Vienen a decir que se ha buscado un objetivo inalcanzable, que se ha escogido un adversario demasiado poderoso. Quienes dicen esto ¿no estarán practicando ellos mismos la otra forma de provincianismo, por defecto? La voluntad de conseguir el doblaje al catalán de un número importante de películas, que serán también exhibidas en castellano, tiene a su favor muchas razones y argumentos. ¿Por qué renunciar, entonces, a convencer a Hollywood y a quien haga falta? Sería provinciano, ciertamente, actuar con prepotencia, cerrarse a todo tipo de negociación, como si la opinión de Hollywood no nos importase nada. Pero no sería menos provinciano arrugarse antes de empezar, darlo todo por imposible, renunciar a las propias razones por miedo escénico ante la fuerza de los interlocutores. Me parece que el camino menos provinciano es el de en medio: no renunciar a nada, presentar ante quien convenga nuestras razones y nuestros argumentos, pero estar abiertos también al diálogo con todo el mundo. Y éste es precisamente el camino escogido. Un camino que, precisamente, se abre o se desbroza cuando aparece el decreto sobre doblajes, que manifiesta visiblemente la voluntad y la firmeza a la hora de conseguirlos. A favor de estos doblajes hay, como decía, razones y argumentos. Las razones son obvias: es en el ámbito de la oferta cinematográfica donde la desproporción entre las posibilidades de acceder a productos en catalán y en castellano es más escandalosa. Si creemos que se debe respetar la libertad del ciudadano para escoger en qué lengua quiere consumir cine, tiene que haber oferta en una y otra lengua. Si no, no hay libertad. Y estas posibilidades de ver cine en catalán exigen su presencia en el ámbito del doblaje. Confundiendo política lingüística y política cinematográfica, se ha dicho que si se quiere que haya cine en catalán debe bastar con el cine que se produzca ya originalmente en Cataluña. Necesitamos una buena producción cinematográfica catalana por razones industriales y culturales. Pero ni las expectativas más optimistas en cuanto a producción propia bastarían para conseguir una presencia razonable del catalán en el conjunto de la cartelera cinematográfica. En Cataluña, como en toda Europa, la inmensa mayoría de la oferta cinematográfica que se exhibe procede de los Estados Unidos, y es ésta la que consigue una mayor cuota de pantalla. Si el catalán sólo estuviese presente a través de la producción catalana o si el español sólo estuviera presente a través de la producción española, su presencia respecto al consumo global de cine sería -en los dos casos- muy minoritaria. Tampoco se cumplen las expectativas de presencia del catalán a través del subtitulado. Las versiones originales subtituladas, recomendables para los circuitos de mayor interés cultural y artístico, se sitúan en nuestro país en un ámbito muy minoritario. Nuestra tradición es la de consumir cine doblado. Si se subtitula en catalán mientras se dobla en castellano, la presencia de las dos lenguas es francamente asimétrica. Si se subtitula en las dos lenguas y se elimina el doblaje, el riesgo es una caída en picado del número de espectadores. Éstas serían las razones. A su lado deberían situarse los argumentos que les dan fuerza en el diálogo con Hollywood. Cataluña es un excelente mercado cinematográfico. Su nivel de consumo de cine es muy alto, muy por encima de la mediana europea. Un mercado de este tamaño no es despreciable, cuando los beneficios que produce son inmensamente mayores que los costes añadidos que representaría el doblaje en catalán. Se habla de la incomodidad de Hollywood ante un caso catalán que pudiese sentar precedentes para otras lenguas. El efecto dominó es francamente difícil. En primer lugar, porque ya existe un precedente: Quebec ha conseguido que se doblen las películas al francés en el momento mismo de su estreno en inglés. Se me dirá que el caso es distinto, porque se trata del francés, una lengua grande. No es así: los doblajes al francés que se realizan en Quebec no sirven para Francia, de la misma forma que los doblajes de Francia llegarían tarde a Quebec. Por tanto, se está doblando ya para un mercado que tiene más habitantes que Cataluña, pero menos espectadores de cine al año. Pero es que difícilmente pueden encontrarse en el mundo casos parecidos al catalán en que se combinen la tradición y la fuerza de una lengua, la existencia de un hábito de consumir cine doblado y el peso de un consumo cinematográfico excepcionalmente alto. Contra quienes acusan a la Generalitat de provinciana por haberse atrevido a iniciar un proceso que quiere cambiar algunos hábitos de la poderosa industria cinematográfica americana, hay que decir que Hollywood no es ni un gigante con el que ni tan siguiera se puede hablar ni un molino al que se puede despreciar porque tiene más apariencia que fuerza. Precisamente sería provinciano considerarlo una de estas dos cosas. Ni gigantes ni molinos: Hollywood es una industria que tiene sus intereses y que puede atender a razones y a argumentos cuando existen. Hollywood se mueve con los números en la mano y Cataluña les puede ofrecer números favorables. Las experiencias en televisión, en teatro o en prensa escrita demuestran que tener también una oferta en catalán no hace disminuir la suma del público, sino aumentarlo. Cuando los catalanes han tenido la posibilidad de consumir en catalán la han usado en porcentajes nada despreciables y esto ha incrementado el nivel general del consumo. Con Hollywood se puede hablar, sin renuncias, sin complejos. Eso sí, con conciencia de las dificultades y con la voluntad de favorecer al conjunto del sector, también a las empresas catalanas de producción, distribución y exhibición. Para ello es conveniente, en todo caso, presentarse sin fisuras, con el máximo consenso. En este sentido, el problema no es la oposición al doblaje en catalán. La oposición frontal es socialmente insignificante. Hay quien piensa y quien dice que los catalanes no tienen derecho a tener cine en catalán, a la libertad de elegir entre versiones dobladas al catalán y al castellano. Pero son muy pocos. El problema está en las ambigüedades, en los sí pero no, en los no pero sí y en los ahora sí y ahora no que se han producido en el debate público en Cataluña. Más provinciano para defender los propios puntos de vista con realismo es renunciar a ellos atemorizado por la magnitud del interlocutor. Mirar a Hollywood y ver gigantes inaccesibles o molinos de viento insignificantes donde hay empresas poderosas, pero que pueden ser convencidas con razones, con argumentos y con cifras.

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