Latidos que no cesan
Gabriel García Márquez escribió en 1982, en un artículo de opinión de este diario, que se llevaría a una isla desierta una antología de la poesía española del Siglo de Oro y las suites para violonchelo solo de Juan Sebastián Bach. Oscilaba su narración entre boleros y canciones populares, pero al final volvía sin posibilidad de retorno a Bach, manifestando claramente su terca predilección por la suite número 1 de chelo en sol mayor. El 2 de junio de 1950, en la iglesia de San Pierre de Prades, Pau Casals "movió nerviosamente la silla, pasó fugazmente los dedos por el mástil del violonchelo para probar las cuerdas y atacó el preludio de la suite número 1 de Bach". Lo cuenta Robert Baldock en su biografía sobre el músico catalán. Se inauguraba de esta manera un festival dedicado a Bach en un lugar sin infraestructuras hoteleras ni vistosos auditorios, únicamente con la fuerza de la música cargada de futuro intentando una reconstrucción moral. Casals murió tal día como hoy en Puerto Rico hace 25 años. Sus latidos no cesan y, en concreto, sus suites para violonchelo, conservadas en una mágica grabación de los años 36-39, siguen siendo un emotivo símbolo de identificación ejemplar entre un intérprete, una obra y un sentido de la ética. Bach, Casals: la muerte no ha podido con ellos.
García Márquez se llevaría a Bach a la isla desierta y no a un compositor de nuestros días. No es únicamente cuestión de épocas. Ya se sabe que Bach es intemporal. La música de creación actual está de luto esta semana en España. Se ha ido Carlos Ferrer Salat, un hombre elegante asociado al deporte y el mundo empresarial, cuya Fundación auspiciaba desde hace 15 años el premio de composición Reina Sofía, un prestigioso galardón con el que se han alzado desde Lutoslawski hasta Joan Guinjoan, desde José Luis Turina a Albert Llanas o, recientemente, el joven malagueño Martín Jaime, del que está programado su concierto para piano con la Orquesta de RTVE el próximo enero. Ferrer Salat vivía con un entusiasmo contagioso su proyecto musical. Todos los años, en un almuerzo en un reservado de Jockey, anunciaba con una sonrisa de satisfacción el nuevo ganador; más bien, un nuevo amigo. Un discurso medido y estimulante servía de colofón a las deliberaciones de un jurado en el que era imprescindible el compositor Miguel Ángel Coria. En el último encuentro con Ferrer Salat se habló de recopilar todas las obras triunfadoras en una edición discográfica. Sería el mejor homenaje a quien, a contra corriente de modos y rentabilidades de imagen, ha apostado con honestidad por el campo de la invención artística que él veía más desatendido.
Casals y Ferrer Salat han sido prototipo de catalanes universales. Recogía hace unos días El Periódico unos datos procedentes de un estudio del Instituto de Estadística de Cataluña y la Consejería de Cultura de la Generalitat en los que se destacaba la inversión media anual de 166.870 pesetas por hogar para bienes culturales y de ocio en Cataluña, un 42,1% más que la media del conjunto de España. Tal vez por ello hayan surgido allí personajes como los citados más arriba o instituciones como el Orfeó Catalá.
Aunque, hablando de coros, la actualidad nos lleva al País Vasco donde, a partir del próximo sábado y hasta el 1 de noviembre, se celebra el 30º Certamen Coral de Tolosa, con participación de agrupaciones de los cinco continentes y con la rúbrica final de una fiesta vocal alrededor de una gran alubiada en una nave industrial, donde los coros se van contagiando unos a otros sus melodías en una explosión de armonía colectiva. El certamen de Tolosa forma parte del Gran Premio de Europa, con los de Varna (Bulgaria), Debrecen (Hungría), Tours (Francia), Arezzo y Gorizia (Italia). Tolosa desprende espontaneidad, algo fundamental en estos tiempos en que cada día se canta menos en familia o entre amigos.
Un latido secreto une en los subterráneos de la sensibilidad el violonchelo de Casals recreando a Bach, las palpitaciones de las nuevas creaciones y el canto coral como exponente de una solidaridad musical y humana.
Babelia
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