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Umbral alaba el barroquismo en la entrega de los premios nacionales

La ministra Aguirre preside el acto en la Biblioteca Nacional

Quevedo y García Márquez, Ortega y Gómez de la Serna, Gerardo Diego y Neruda; y, por supuesto, Valle Inclán: todos barrocos. Porque "la palabra española, en sus momentos más altos, ha sido barroca". Así lo cree Francisco Umbral, que ayer saludó su Premio Nacional de las Letras con un elogio del barroquismo, entre risas y aplausos. La ministra Esperanza Aguirre entregó los once premios literarios en la Biblioteca Nacional.

Fue un acto breve, y Umbral el protagonista casi absoluto. Llegó muy atildado, con un abrigo-levita gris y cuello negro de terciopelo que sólo se quitó -lo tiró al suelo- cuando subió al estrado para leer su discurso en nombre de todos los ganadores de 1997: Álvaro Pombo (narrativa), Diego Jesús Jiménez (poesía), Alejandro Nieto (ensayo), Manuel Lourenzo (teatro), Antonio Jiménez-Landi (historia; recogió el premio su viuda), Antonio Melero (traducción), Clara Janés (obra de un traductor), Emili Teixidor (literatura infantil y juvenil), las editoriales Cátedra y Pre-Textos (por la mejor labor editorial) y la Revista de Libros y el programa radiofónico Libromanía (fomento de la lectura).La tesis de Umbral es que "somos barrocos porque somos cimarrones, cuarterones, cruce de razas, y esto lo ven mejor los extranjeros. Por eso hay tantos hispanistas". Y que, aunque el barroquismo "puede ser el gran peligro y pecado de nuestra literatura", "cuando ojeamos a los pulcros redactores de novelas exentas nos vuelve la gana barroca".

Su discurso, de ocho folios, se titulaba Elogio del barroco y era una semblanza ramoniana, un bosquejo "de media mañana" sobre autores queridos y menos, barrocos y anti. Partiendo de Quevedo, que "sabe que la verdad está en el exceso", y de Gracián, Umbral llegó a D" Ors y a Jovellanos ("hoy sería centrista, siempre fue un mal escritor"), y de ahí a Valle ("hace el barroquismo modernista y lo llama esperpento") y el 27: Jorge Guillén, que "añora el barroquismo de Lorca sólo que no se atrevía a ser localista ni a llevar pluma"; Aleixandre, cuyo "surrealismo es un barroquismo con enigmas de Eluard"; o Gerardo Diego, "el último barroco con el que he tomado café". Pero también García Márquez, que "aunque no lo diga" encontró en el barroco español "su salvación"; y Borges, que tuvo ahí su "continua tentación". Umbral corrigió en tinta algunas cosas, y en su frase más celebrada, donde ponía "guardia civil" puso "ángel de la guarda": "Los escritores antifranquistas llevábamos detrás un ángel de la guarda y los de ahora llevamos un eurodiputado. Por algo será".

La Falange

El escritor no evitó referirse con cierto sarcasmo -ante las sonrisas de la ministra, los secretarios de Estado de Cultura y Universidades, el director general del Libro y el director de la Biblioteca- a los "prosistas de la Falange", aunque la mayoría no eran barrocos sino seguidores de eso que José Antonio llamaba "el laconismo militar de nuestro estilo". Claro que Primo sólo esquematizaba "cuatro ideas de Ortega para traicionarlas, porque Ortega es el pensador barroco que hace metáforas taurinas para explicar lo que ya está claro y se deja una calva de torero, que es lo que le hubiera gustado ser". Para cerrar el acto, la ministra destacó el "buen momento de las letras españolas" y elogió uno por uno a los premiados.

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