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Prolegómenos para una OCM sostenible

El autor sostiene que el actual sistema de ayuda a la producción de aceite no beneficia a todos y propone su modificación

La entrada en la Comunidad Europea ha conllevado para España una progresiva industrialización del sector olivarero y del aceite de oliva, hasta entonces caracterizados por bajos niveles de eficiencia, tecnología y capital: empujados por el paradigma "productivista" subyacente a los mecanismos de ayuda comunitarios introducidos, los sistemas de producción asociados se han orientado hacia la maximización de producción y productividad, elevando simultáneamente su eficacia económica y la calidad de producto. Como consecuencia, este proceso ha comportado una progresiva sustitución de mano de obra por tecnología, manifestándose en un creciente empleo de maquinaria agrícola y agroindustrial, así como en un incremento en la utilización de insumos químicos, de regadío y de técnicas agrícolas avanzadas. De modo parecido a lo ocurrido en otros lugares de la geografía europea y del mundo industrializado, estas dinámicas están implicando graves impactos en el tejido socioeconómico, medioambiental y cultural, entre ellos el éxodo rural, el exceso de producción, la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad, el empobrecimiento de los patrones culturales y de vida tradicional, la simplificación del hábitat rural y del paisaje asociados al espacio agrario. Por otra parte, aunque se pueda asumir que casi todos los olivicultores españoles se hayan beneficiado económicamente por el actual sistema de subvención, los que más se han aprovechado del mismo han sido los sujetos sociales que tenían un más fácil acceso al capital y a la tecnología, es decir: 1. Entre los olivicultores, los que disponían de un nivel de renta más alto, es decir los grandes propietarios y los especuladores, que han realizado distintas maniobras lucrativas para aprovecharse de las subvenciones comunitarias presentes y futuras, cualquiera que sean sus sistemas de reparto (acaparar terrenos, modernizar olivares antiguos y plantar nuevos, haciendo levitar el precio de la tierra de olivar); 2. Las empresas transnacionales abastecedoras de insumos químicos y de maquinaria agroindustrial, pero sobre todo las comercializadoras de la grasa, verdaderas prima donna de este floreciente negocio, que manejan la fase más rentable de todo el sistema agroindustrial y ahora disponen de crecientes cantidades de producto. Si el marco de ayuda comunitario sigue premiando la eficiencia productiva, se prefigura un recrudecimiento global de dichas dinámicas: gracias al creciente empleo de la tecnología, el potencial productivo crecería mucho, concentrándose donde los niveles de capital y de su rentabilidad son más altos, o sea en las manos de propietarios mediograndes y especuladores. Por otra parte, los sistemas de producción más tradicionales, sostenibles, intensivos en manos de obra se quedarían progresivamente al margen del mercado, ya que son menos rentables: en las capas menos favorecidas de la población rural -asalariados y pequeños propietarios, numéricamente dominantes- habrá de esperarse una importante destrucción de puestos de trabajos, de fuente de ingresos y de patrones culturales tradicionales. Además, el tremendo incremento del potencial productivo español generaría graves repercusiones desestabilizadoras sobre el sistema de los precios: es precisamente ésta la única perspectiva que preocupa a la política comunitaria e inspira la reforma propugnada para el sistema de ayuda del aceite de oliva (OCM), impulsada por la postura de algunos Estados miembros que no quieren compartir costes (subvenciones) que generen otros costes (relacionados con la sobreproducción). Si bien se vislumbran patentes márgenes para la especulación, resulta impropio hacer aquí alarde de prospección aventurera sobre los impactos que dicho marco conllevaría, aunque parece arduo imaginar que un mecanismo diseñado para paliar sólo uno de los daños causados por su predecesor pueda también con los otros, cumpliendo con la demanda social de protección de empleo, medio ambiente y cultura en mera virtud del mercado, nuevo Olimpo éste, invocado y temido, de dei falsi e bugiardi. Claramente se trata del problema más intrínseco del mundo industrializado: tecnología y mercado ofrecen muchas ventajas económicas para quienes sepan aprovecharlas, pero inducen graves problemáticas en contextos sociales más amplios si la respuesta política no es adecuada. En este caso, la transparencia de objetivos es vital: por lo tanto, sería auspiciable que los políticos comunitarios, nacionales y regionales delineen juntos sistemas de soporte al medio rural que tengan específicamente en la mira la creación de empleo, el encauzamiento del potencial productivo, la protección del medio ambiente y de los patrones culturales, optimizando las oportunidades que las nuevas tecnologías y el mercado permiten vislumbrar. Para enfrentar este reto, se explora un escenario articulado en dos líneas de acción: 1. Promover el protagonismo de los olivicultores en la comercialización de bienes y servicios relacionados con el olivar (aceite, artesanía, turismo cultural, rural y gastronómico); esto se realizaría básicamente por medio de programas de educación y formación del capital humano, así como a través de la creación de empresas semipúblicas abastecedoras de servicios de soporte al conjunto de los olivicultores (entre ellos análisis de mercado, diseño de imagen y de producto, promoción) según un modelo parecido al del distrito industrial. 2. Instituir tres mecanismos de incentivos/ayudas, combinables y diferenciables, encaminados a sostener los sistemas de producción que cumplan con los requisitos de crear empleo, proteger el medio ambiente, valorizar los patrones culturales. Sus costes pudieran ser asumidos por la reducción gradual de las ayudas destinadas a los sistemas olivareros altamente productivos, que recibirían menos en proporción a su peso específico, y que forzosamente tendrían que volverse más activos en comercializar sus productos, favorecidos por el marco sobre expuesto. Un sistema capilar de control de la información, anclado en las extensiones agrarias, funcionaría como soporte a dichos mecanismos. Este escenario permitiría la doble ventaja de realizar la incorporación en las dinámicas de mercado de objetivos de preservación del empleo, recursos naturales y culturales, así como la valorización socioeconómica de la multifuncionalidad del medio rural, encajando bien con las indicaciones sobre la multifuncionalidad y conservación del medio rural recientemente formuladas por la Comisión Europea (COM (1998) 42, págs. 9- 12, 19 y 21 y "Agenda 2000-Agricultura", págs. 2-5). A modo de epítome, cabe subrayar cómo la exploración de perspectivas más sostenibles debe pasar por el resquicio del redescubrimiento del papel polivalente que los sistemas de producción tienen que desempeñar para cumplir con las necesidades del hombre más allá de la mera actividad económica: es un auténtico desafío ya que conlleva vencer la inercia de consolidadas visiones y planteamientos.

Matteo Bonazzi es responsable en el Joint Research Centre de la Comisión Europea.

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