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El veto, el voto y el vate

Vicente Molina Foix

Sólo los catalanes pudieron leer el largo artículo de Félix de Azúa La apropiación de la lengua (EL PAÍS, edición Cataluña, 27 de febrero de 1998), y es una lástima. No puedo aquí entrar en toda su materia, ni en los precedentes, una conferencia del poeta Narcís Comadira, en la que se dijo que el catalán es la "lengua natural" de Cataluña. El reproche central del texto de Félix de Azúa, enérgico pero bienhumorado, pues no en vano se trata de dos amigos discrepantes, era que Comadira, al sostener que la comunidad de los catalanes estaría constituida por aquellos que se reúnen en el lugar común de la lengua catalana y en el territorio administrativo de Cataluña, incurre en una "proposición política para segregar una parte de la población de la comunidad autónoma de Cataluña como la natural".Hablando como escritor barcelonés en castellano a su amigo escritor gironés en catalán, Azúa recordaba que frente a la palabra oficial, burocrática, y el caduco concepto romántico de patria lingüística, la palabra poética, que es en suma la que nutre el idioma de los hombres, no tiene una sede o demarcación natural, pues está hecha de los accidentes de la errancia y la búsqueda desprotegida. "Lo moderno es en su esencia un vagar por lo impropio".

Mientras espero, por si se produce, la respuesta de alguien tan poco sospechoso de dogmatismo como Comadira, leo la carta al director que me dirige Daniel Innerarity (EL PAÍS, 1 de abril de 1998) replicando a mi columna del día 17 de marzo en unos términos de cortés circunspección que, con alivio, agradezco. Si asocio esa lectura al intercambio Azúa-Comadira es porque tengo presente la rúbrica que acompañaba al nombre de mi replicante en su artículo de opinión Historias de lo que no pudo ser, cuya publicación en EL PAÍS yo lamenté: "Profesor de Filosofía y miembro de la Asamblea Nacional del PNV". Aunque soy muy lector de Stevenson y soporto con la cabeza alta varias escisiones en mi propio carácter, seré brusco y hasta un poco alarmista en este caso; el texto jekylliano de Innerarity, que encontré benevolente y vacuo, quizá salía de la cabeza del profesor de filosofía, pero yo expresaba mi repudio al hecho de que en este momento de este país o países la tribuna más noble de este periódico se le diera a un Míster Hyde que a tan alto nivel polítlco suscribe no sólo las medidas que su partido adopta en el ámbito estatal (apoyo a la denigrante ley de parejas del PP, apoyo al escaqueo parlamentario de Álvarez Cascos en la conspiración con Amedo) sino las que el PNV impone, con sus habituales y gravísimas ambigüedades, en el territorio que gobierna.

El profesor de filosofía elogia en su carta el pluralismo de este periódico, donde espera volver a dar su opinión "si el veto del señor Molina Foix no surte efecto". Pero yo le pregunto al señor Innerarity: ¿dónde está su voz contra el veto, o mucho más peligroso que eso, contra la caza de brujas peneuvista a los firmantes del Foro Ermua? ¿Dónde su voto en la Asamblea Nacional de un partido que lleva ante los tribunales europeos la causa de los presos etarras, dando así no sé si colaboración pero desde luego munición propagandística a la banda armada del terrorismo?

Tranquilizo al profesor en estos tiempos, que él teme, de veda abierta y cacería al hombre. Mis intenciones son pacíficas, pues no traspasan el marco de la lucha de ideas. Lo malo es polemizar con intelectuales orgánicos de un régimen autoritario, que mientras por un lado muestran la mano blanca del vate visionario, con la otra pueden actuar de "verdugos voluntarios" de quienes defienden que lo natural es la pluralidad (de lenguas, de opciones sexuales, de ideas), y el exterminio del oponente un accidente que a toda costa hay qué evitar.

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