"La esclavitud está viva"
Un grupo suizo compra cautivos en Sudán para devolverles la libertad
John Eibner era un cooperante más hasta que visitó Nyamlell, un pueblo negro del sur de Sudán. Allí conoció los salvajes detalles de las capturas de esclavos tal como siempre imaginó que habrían sido en siglos pasados: niños pequeños amarrados a los caballos en grupos de tres o cuatro; adolescentes y mujeres atados, caminando a pie hacia el lejano cautiverio con hatillos a la cabeza y desfilando como botín andante junto a las cabras y vacas; atrás, los hombres y enfermos, muertos o golpeados, las casas quemadas. Aquello ocurrió en abril de 1995. Desde entonces, este norteamericano de 45 años y miembro de Solidaridad Cristiana Internacional (CSI) se dedica a comprar esclavos para liberarlos."El régimen de Jartum había atacado Nyamlell el 25 de marzo, y habíamos oído que habían tomado esclavos, que muchos habían muerto y que no había habido evacuación de enfermos. Habían prohibido viajar allí. Pero rompimos la prohibición y fuimos", cuenta Eibner. "No nos podíamos creer lo que veían nuestros ojos cuando llegamos. Todo estaba quemado; las casas, destruidas. La gente estaba aterrorizada y conmocionada muchos días después del ataque. Hablamos con los supervivientes. Muchos de sus vecinos habían sido asesinados ante sus ojos, a otros se los habían llevado, y algunos habían conseguido refugiarse entre las hierbas altas. No podíamos creer lo que veían nuestros ojos. Vimos que la esclavitud está viva y bien viva a finales del siglo XX. Aquello fue nuestro primer descubrimiento, y no podíamos ignorarlo. Había que volver de nuevo para investigar y mostrar una solidaridad activa. Volvimos muchas veces".
Unas 20 desde entonces. Algunos de esos viajes han tenido como objetivo continuar investigando y recabar datos sobre esta esclavitud que ha renacido en los últimos 14 años de guerra civil y que se ceba sobre todo en la zona situada entre los ríos Lol y Bahr El Arab. Se trata del sur de Sudán, donde viven los negros cristianos y animistas en lucha contra el Gobierno islamista que controla el norte del país. Hoy, según el presidente de CSI, Hans Stuckelberger, decenas de miles de esclavos negros viven en cautiverio en el norte de Sudán en manos de sus amos árabes.
Son sólo niños y mujeres (los hombres no interesan "porque no pueden hacer de ellos esclavos útiles"). A veces viven con las vacas y las gallinas, con las cabras. Ellos pastorean el ganado. Ellas hacen las tareas domésticas, y en muchas ocasiones son también esclavas sexuales del amo o de quien éste disponga. Todos reciben un nombre árabe y las niñas púberes sufren la ablación del clítoris. Se les golpea, tortura o asesina si intentan escapar. Muchos comen sólo restos.
La CSI inició en octubre de 1995 los viajes para liberar esclavos. Primero fueron 15. Gracias a algunos acuerdos de, paz locales entre árabes y negros se ha reanudado el comercio en algunas regiones. Los árabes de esta zona son nómadas de los clanes rizeiqat y misiriya, que en la estación seca, de noviembre a abril, llegan tradicionalmente a las riberas de estos dos ríos para pastorear su ganado y comerciar. Aquí viven los negros dinkas. "A pesar de la guerra, la gente corriente, árabes o negros, quiere la paz y quiere comerciar", cuenta Eibner. Esa reanudación del comercio ha hecho posible la compra de esclavos.
En la operación de diciembre pasado, cuando redimieron a 157 esclavos, Eibner y su equipo, normamlmente, dos o tres personas, recorrieron a pie 130 kilómetros por los condados de Aweil Este y Oeste, entre los ríos Lol y Bahr El Arab, hasta llegar a su cita con el traficante árabe en Madhol, 1.150 kilómetros al suroeste de Jartum. Ya que su incursión en esta zona está prohibida, así como los vuelos en los que hacen el tramo final para recoger a los esclavos, Eibner silencia los detalles logísticos de unas operaciones que la aviación sudanesa ha intentado impedir con ataques. Los traficantes con los que la CSI trata son árabes que pueden viajar al norte para recoger esclavos. A veces los roban y a veces los compran. Muchas veces cuentan con la complicidad de las mujeres, que quieren alejar de sus hombres a las "concubinas" del sur.
CSI compra por lotes, por números, sin saber nombres ni apellidos, ni a qué familia hay que avisar para que venga a recoger a sus parientes. Tantos como puedan con el dinero reunido. A 100 dólares (15.000 pesetas) por cabeza. Así, desde 1995 han redimido a más de 800 esclavos. "Cuando llegan a nuestras manos les explicamos lo que pretendemos. Normalmente están muy traumatizados, las niñas suelen traer los bebés concebidos con sus violadores", relata Eibner. Y no los retienen más. Son libres para volver con su familia. A veces tienen que andar dos o tres días para llegar a sus casas.
La CSI, una organización no gubernamental con sede en Suiza que agrupa a cristianos de distintas iglesias, se ha enfrentado también a las críticas. Grupos como African Rights, según Associated Press, les culpan de provocar una inflación del precio del esclavo con unas operaciones hechas con gran publicidad que frustran otras secretas que se vienen haciendo desde hace años. Stuckelberger lo niega: "No es verdad. El precio del esclavo no ha subido desde que los compramos". Para ellos, además, ésas son discusiones absurdas. No importa el precio del hombre. "Nadie debe tener esclavos, ser propietario de personas, humillar así al ser humano. Lo importante es que sea libre".
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