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Los recientes premios y las traducciones al castellano lanzan las letras gallegas

El éxito de Rivas, De Toro o Casalderrey contribuye a la difusión

Xosé Hermida

Con narradores como Cela y Torrente Ballester o con poetas como Valente, en la gran literatura española de los últimos 50 años no faltan los nombres gallegos. Pero todos ellos, al igual que Valle-Inclán, aunque muy marcados por su tierra, la abandonaron y escogieron el castellano para su escritura. Desde Rosalía de Castro sólo Alvaro Cunqueiro logró el reconocimiento en toda España con una obra elaborada básicamente en gallego. Han tenido que pasar dos décadas para que otro narrador del Finisterre, Manuel Rivas, traspasara la barrera de la traducción y contribuyera a difundir una literatura enclaustrada en su exiguo mercado.

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Debilidad editorial

Si hace menos de cinco años alguien se hubiera atrevido a vaticinar que un escritor gallego abriría el suplemento literario de Le Monde, el augur probablemente hubiera acabado en un psiquátrico. Pero tal hecho ocurrió el pasado octubre y el protagonista fue Rivas, quien con su libro ¿Qué me queres, amor? ha llegado donde ningún narrador gallego podía imaginar.¿Un triunfo aislado y efímero o la punta de lanza de un fenómeno emergente? A la espera del veredicto de los años, de momento hay que consignar otros hitos de la literatura gallega más reciente: en 1996, no sólo Rivas obtuvo el Premio Nacional de Narrativa, sino que Fina Casalderrey recogió el mismo reconocimiento en literatura infantil y juvenil, que el año anterior ya había recaído en el también gallego Xavier P. Docampo. En 1997 le ha tocado al veterano escritor, actor y director teatral Manuel Lourenzo, el Premio Nacional de Literatura Dramática.

El Premio Torrente Ballester no es tan prestigioso como el Nacional y se falla en A Coruña, pero en la penúltima edición el jurado escogió entre 400 originales una novela que sorprendió por sus artificios técnicos, O xogo dos apócrifos, de Xosé Carlos Caneiro, con uno de esos planteamientos metaliterarios que evocan enseguida el recuerdo de Borges. "Es una novela de una perfección técnica asombrosa, que se sale además de lo corriente en la literatura española actual", apunta Manuel Bragado, director de Edicións Xerais, la primera editora de libros en gallego.

Suso de Toro nunca ha sido un escritor muy galardonado, aunque acabe de recibir el Premío Blanco Amor por Calzados Lola, una novela que se está vendiendo muy bien. Sin necesidad de ganar concursos, los últimos libros de Suso de Toro han sido vertidos al castellano. Nunca se había visto tal avidez en las editoriales españolas, aunque en la mayoría de los casos se trate de sellos modestos, por descubrir nuevos talentos gallegos. Ya no se trata sólo de autores más curtidos como Xosé Luis Méndez Ferrín o Carlos Casares, de quien hace unos meses se lanzó la versión castellana de Deus sentado nun sillón azul, ni de los autores infantiles avalados por los dos premios nacionales consecutivos.Muy pronto serán traducidos también autores más jóvenes como Xosé Cid Cabido, que practica lo que él mismo denomina realismo discontinuo; Xurxo Borrazás, muy aficionado a los experimentos literarios; Miguel Anxo Murado, quien ofrece en Ruido una colección de relatos con el telón de fondo de la guerra de Bosnia; Manuel Anxo Seixas, premio Xerais por A velocidade do frío y cantante de un grupo rock; o Santiago Jaureguízar, cuyo Todo a cen es una especie de película de carretera donde la mitología del género se funde con el ambiente rural.

También el mercado portugués, más sordo aún que el castellano a los ecos de la literatura gallega, pese a las afinidades lingüísticas, ha comenzado a mirar hacia el norte del Miño. Méndez Ferrín, Rivas y Suso de Toro podrán leerse dentro de muy poco en la lengua de Pessoa. "Algo está pasando, pero sería exagerado hablar de un fenómeno gallego", previene Bargado, "hay una generación formada en los años 80 que está ofreciendo muy buenos resultados y Rivas ha contribuido a derribar el murallón que nos separaba del mundo. Pero queda mucho por recorrer. La tirada media de un libro en gallego no supera aún los 1.500 ejemplares".

"Ésta es una literatura muy poco conocida", conviene Carlos Lema, director de publicaciones de la editorial Sotelo Blanco, "fuera de aquí funciona en exceso el tópico de la Galicia mágica, un poco cunqueirana y todo lo que se salga de eso es muy difícil de vender al público". Y en la literatura gallega de hoy sigue habiendo animales que hablan en los bosques autóctonos, pero también viajes por todo el planeta, tiroteos, conspiraciones políticas, ficciones futuristas y vidas cotidianas de jóvenes a la deriva.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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