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Massera no se arrepiente de los asesinatos en la dictadura argentina

Juan Jesús Aznárez

"¿Está usted arrepentido de los asesinatos que cometió?", le espetó el diario Página 12 al ex dictador Emilio Eduardo Massera, cuya captura ha pedido el juez, español Baltasar Garzón en la causa contra militares implicados en la desaparición de españoles durante la dictadura argentina (1983-89). "La verdad, no. Usted pregunte lo que quiera, pero déjeme tranquilo". Y Massera "seguía riendo", escribió el periodista.

El ex almirante fue abordado al término de una misa oficiada en memoria del capitán de navío Luis D'Imperio, Abdalá, jefe del espionaje naval en el período más salvaje de la historia contemporánea de este país. El difunto, enlace entre la Marina oficial y la marina de los potros de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), fue siempre un hombre correcto y de buenas maneras. Todos los 24 de diciembre reunía a los detenidos de la ESMA y les deseaba muy felices Navidades; después ordenaba que prosiguiera la tortura.

La muerte ajena

El periodista que persiguió a Massera, de 72 años, y le arrancó comentarios a la carrera, le encontró saludable. "Realmente se le veía en buen estado. Gordo, sí, pero para nada avejentado. La muerte ajena le ha sentado espantosamente bien". %No tiene miedo a salir a la calle?", insistió aquel. %Miedo? No. Yo no le tengo miedo a nadie. Si estoy sin custodia... Ni chófer uso". "¿No es raro que alguien con su prontuario no tenga miedo?". No hubo respuesta, sólo una salida de circunstancias cuando se acercaba la fotógrafa. "Si quiere le regalo una foto". Seguía riéndo se el indultado en su apresurado paso hacia el aparcamiento próximo a la iglesia Stella Maris."Un juez español pidió su captura internacional. ¿Qué piensa? ¿Recuerda a Scilingo?". "No recuerdo, no pienso, no nada", se burló de nuevo el ex comandante en jefe del arma más activa en el terrorismo de Estado, El Negro, el marino con ínfulas presidenciales en las postrimerías de la dictadura, fechas en las que daba por sentado que la sociedad argentina habría de agradecerle la bárbara represión. "¿Qué le pareció la defensa de D'linperio que hizo el sacerdote?" "No escuché nada, estaba muy lejos". Emilio Massera, palmeado por su militancia, gomina y gafas de sol -"qué bien se le ve, almirante"- llegó de los últimos y desde la última fila escuchó la sentida homilía del padre Daniel. "Mi hermano Luis, sin duda, un hombre justo". En el púlpito el padre revela la existencia de una carta reveladora, recibida de manos del comandante de la Fuerza Aérea. Le emocionó hasta el llanto. Lee el párrafo lacrimal: "Era un hombre de fe, de profundo respeto a nuestro Señor y por ende un defensor convencido de la religión. Así, no dudó en desenvainar su espada para defender a la Argentina de los enemigos de nuestro Señor Jesucristo". "¡Qué importante!" ensalza el hermano Daniel.

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