La actriz que no quiso ser estrella
Con el fondo de una luz gris plateada, una atractiva señora de melena castaña y lacia y andares cimbreantes paseaba ayer por el puerto de San Sebastián. Parapetada tras unas gafas oscuras, nada delataba que se trataba de uno de los mitos eróticos de las últimas décadas. Cuando un grupo de periodistas advirtió la presencia de Julie Christie y la agasajó con un coro de congratulations, la actriz británica sonrió y, cual graciosa muñeca de reloj articulado, saludó a sus admiradores. Premiada con la Concha de Plata a la mejor actriz por su actuación en Afterglows, el realizador del filme, el independiente Alan Rudolph, se declaró "bendecido" por haber podido dirigir a esta intérprete británica.Nacida en la India en 1940 y residente en Gales, Julie Christie ha dejado en el festival un aire de naturalidad sin artificio, de profesional antes que estrella, de mujer antes que diva. Tras lamentar que el terrible paso de los años reste posibilidades de trabajo a mucha gente, la protagonista de Doctor Zhivago, Petulia o Hamlet confesó que ella no era una persona nostálgica, a diferencia del papel de actriz en el ocaso de su carrera que encarna en Afterglows. Toda una declaración de principios.
Consciente de esa inevitable asociación entre juventud y belleza, Julie Christie da la impresión de haber sabido envejecer sin obsesiones, de elegir sus películas con inteligencia. Su discreto encanto ha cautivado, en medio de otras rutilantes apariciones. El festival ha premiado el atractivo de una magnífica actriz que nunca quiso ser estrella.
Babelia
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