El triunfo de la madurez
Decidió ser actor contra viento y marea. Tuvo que desempeñar los trabajos más dispares, desde administrativo a corredor de seguros, que le permitían actuar por la noche en los teatros del Buenos Aires de los cincuenta y de los sesenta. Fue represaliado por la dictadura militar argentina y obligado a trasladarse a España entre 1976 y 1981. Pero su presencia alta y distinguida, su bronco acento porteño y sus fabulosas cualidades interpretativas vencieron todos los obstáculos. Actor tardío, nacido en el seno de una familia humilde de origen italiano, Federico Luppi (Buenos Aires, 1935) ha podido desquitarse en su madurez de los sinsabores de su juventud.Aunque debutó en el cine en 1965, con Romance de Aniceto y Francisco, de Leonardo Fabio, su reconocimiento internacional no llegó hasta la película Un lugar en el mundo (1992), dirigida por Adolfo Aristarain y que obtuvo la Concha de Oro en San Sebastián y el Goya a la mejor película extranjera en lengua española. A partir de ahí, Luppi ha alternado su colaboración con el realizador argentino (La ley de la frontera y Martín Hache) con el trabajo para jóvenes directores españoles como Agustín Díaz Yanes o Mariano Barroso. A pesar de que compromisos laborales le han impedido viajar a San Sebastián, los cálidos aplausos debieron cruzar ayer el Atlántico para rubricar este triunfo de la veteranía. Su papel en Martín (hache), donde Luppi deja tiras de piel de su propia biografía, corona una película que consagra tanto al director como a un soberbio equipo de actores.
Babelia
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