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De la España negra a la movida

La exposición Barcelona-Madrid está dividida en cinco grandes apartados cronológicos que, a su vez, también tienen diferentes subdivisiones. En el montaje, a cargo de Lluís Pau, ha primado la visión y disfrute de las obras de arte por encima del exceso documental. Éste se concentra en diversos audiovisuales repartidos en las distintas salas que permiten relacionar las manifestaciones plásticas con el ambiente intelectual o político de cada época.La generación del 98 y los modernistas catalanes comparen protagonismo en el primer apartado, España como problema (1898-1914), que abarca desde fines del siglo XIX. a la crisis de la Restauración. Obras de Regoyos, Casas, Vázquez Díaz, Zuloaga, Nonell, Picasso, Solana, Rusifiol, Francisco Pradilla, Manuel Benedito y Sorolla ilustran el recorrido por las diferencias estéticas que dominaban en ambas ciudades. El siguiente apartado, ¿Europa como solución?, abarca desde la crisis de la Restauración hasta el final de la dictadura de Primo de Rivera. Ortega y Gasset y Eugeni d'Ors son las dos figuras centrales de este periodo marcado por una sintonía estética y filosófica que se refleja tanto en el campo oficial como en las investigaciones de corte vanguardista que realizaban de forma paralela Dalí, Hugué, Benjamín Palencia, Miró y Francisco Bores. La renovación urbanística de las dos ciudades también es propia de este periodo y se aplica en diferentes campos.

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El tercer apartado se denomina La República y la guerra,. 1931-1936, y en él se ha destacado, con el telón de fondo de la política, la importancia que movimientos arquitectónicos como el GAT-PAC tuvieron en ambas ciudades y también el compromiso de los artistas barceloneses con Madrid durante la guerra a través, principalmente, de carteles de gran impacto propagandístico. El cuarto apartado, La cultura bajo el franquismo. 1939-1975, ocupa un amplio espacio en la exposición y abarca desde el arte oficial -toda una sala llena de retratos y bustos de Franco -hasta la progresiva y cada vez más potente emergencia de otras formas estéticas que recuperaban la tradición vanguardista. En este apartado aparecen diversos momentos de mayor confluencia estética -como el periodo de influencia surrealista y el posterior informalismo de artistas como Millares, Tápies o Saura- y otros de divergencia, como los que enfrentan a los cineastas de la Escuela de Barcelona -más esteticista- con los de la Escuela de Cine de Madrid -más realista- El periodo se cierra, sin embargo, con una sala dedicada a la convergencia ética entre los artistas de una y otra ciudad en su lucha claramente política contra el franquismo en los años setenta.

Un audiovisual en el que no faltan ni la movida madrileña ni Flotats, pasando por la Thyssen o el Real, ocupa el último apartado, titulado La capitalidad cultural: un match por puntos (1957-1997).

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