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Epicteto: el gran olvidado del estoicismo que vuelve a brillar

La reedición de su ‘Manual de vida’ aviva la pasión por esta corriente de pensamiento, que en los últimos años ha vivido un esplendor con las ‘Meditaciones’ de Marco Aurelio

Grabado de Epicteto, con su muleta, del siglo XVIII.
Grabado de Epicteto, con su muleta, del siglo XVIII.
Jorge Morla

El estoicismo romano está de moda. Lo vemos en películas, en novelas históricas y, lo practiquen o no, sus máximas están constantemente en boca de influencers, empresarios, futbolistas y famosos de toda índole. Siempre se dijo que el estoicismo era una filosofía para emperadores y para esclavos, y el caso es que ha sido así de forma literal: las dos figuras más prominentes del estoicismo tardío fueron un emperador (Marco Aurelio) y un esclavo. Del emperador se han escrito ríos de tinta, pero el esclavo ha estado siempre en un segundo plano. Hasta ahora. Sellos como Taurus, Arpa, Rosamerón o Plutón ediciones han rescatado en 2024 el Manual de vida, de Epicteto, el esclavo convertido en filósofo. Esto se suma a las publicaciones en los últimos cursos de editoriales como Alma, Edaf o Alianza tanto del Manual como de sus Diatribas, y al auge editorial que los estoicos han vivido en los últimos años, de Zenón a Séneca, pasando por Marco Aurelio.

“En los noventa hubo un primer empujón del neoestoicismo, sobre todo desde Estados Unidos, con varios libros de gente de la empresa o incluso militares que aplicaban enseñanzas estoicas”, cuenta David Hernández de la Fuente, encargado de la traducción y la edición del Manual de Epicteto publicado por Arpa. “Pero fue a partir de la pandemia cuando estalló. Llegaron al estoicismo muchos nuevos lectores de todos los ámbitos, no solo de la filosofía o la filología, porque encontraban soluciones y claves para su vida”. ¿Qué claves? “Los estoicos tardíos surgieron en una época de turbulencias, asediados por una peste, por las invasiones bárbaras, por un cambio climático… la clave es que ellos encontraron la idea de que, aunque el mundo se puede desmoronar a tu alrededor, tienes que tener una serie de ideas como asidero”, cuenta Hernández, que también con Arpa publicó el año pasado una exitosa edición de las Meditaciones de Marco Aurelio.

La filosofía estoica de Epicteto se centraba en la distinción entre lo que está bajo nuestro control (nuestros juicios, deseos e impulsos) y lo que no lo está (todo lo externo, como la riqueza o la fama). Sostenía que la clave de la felicidad y la libertad reside en aprender a dirigir nuestros pensamientos y actos con virtud y serenidad, independientemente de las circunstancias externas. En plata: determinar qué cosas podemos cambiar y aceptar las que no podemos cambiar. O en palabras del maestro: “De las cosas que hay, unas dependen de nosotros y otras no. De nosotros, el juicio, el impulso, el deseo, la aversión y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no de nosotros el cuerpo, la propiedad, la fama, el poder ni, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. (…) Si crees que solo es tuyo lo que es tuyo y que lo que es ajeno es ajeno (…) nunca obrarás mal de tu agrado en ningún sentido, nadie te dañará ni tendrás ningún enemigo, pues no sufrirás nada dañino”.

Estatua ecuestre de Marco Aurelio, en Roma.
Estatua ecuestre de Marco Aurelio, en Roma.Todis53 (Getty Images/iStockphoto)

No sabemos su nombre siquiera. Epicteto es en realidad un mote, que significa “el comprado”, o “el adquirido”. Nació en el año 55 en Hierápolis (la actual Pamukkale, en Turquía) y murió en el 135 en la griega Nicópolis. No sabemos quiénes eran sus padres. Sí sabemos que de pequeño fue vendido como esclavo y que luego fue liberado. Que su amo lo torturaba, y que por ello quedó tullido: era cojo. Que fundó una escuela estoica, lejos de Roma, pero que desde allí influyó en la élite de la capital, que peregrinaba a verle. Incluso, cuentan, el emperador Adriano acudió a conocerlo. Toda la élite de ricos y cónsules quedó fascinada por el maestro pobre y antiguo esclavo que vivía con una lamparita de barro y que enseñaba a liberarse de lo que no era importante. “Marco Aurelio no lo conoció”, apunta Hernández, “pero sí lo leyó e influyó en él de forma evidente. De todos modos, Marco Aurelio va por otro lado, sus Meditaciones tienen otra densidad; el manual de Epicteto es corto, sencillo. Es la mejor manera para introducirse en el estoicismo”.

Epicteto no quería escribir ese manual. Ni, en general, nada; tampoco su otra gran obra, las Diatribas. Maestro de la conversación, como su referente Sócrates, fue su discípulo Flavio Arriano quien recogió sus enseñanzas. “Llama la atención que nos fascinen los que sin duda son los libros más extraños que nos ha legado el mundo antiguo, dos libros que no son libros: uno que se escribió en privado para que no lo leyésemos [las Meditaciones de Marco Aurelio] y otro que se escribió en nombre de alguien que no quiso escribir nada [el Manual]”, cuenta Hernández. Lo mismo pasó con la escuela rival, los epicúreos: las enseñanzas de Epicuro fueron difundidas gracias a otro discípulo, Diógenes de Enoanda, y no a la vocación escritora de su maestro.

¿Qué opinarían, Marco Aurelio y Epicteto de la fama que sus obras han cosechado en este mundo moderno? “A ellos les horrorizaría la fama póstuma: los memes, los likes… estaban profundamente en contra de relacionar la fama y el dinero con el éxito: sostenían que eso es, en realidad, lo que te hace un esclavo”. “Dicho lo cual, no me extraña el éxito actual ni de Epicteto ni de Marco Aurelio: sus libros van directos a la médula de las cosas, te interpelan directamente con el mensaje de ‘intenta progresar”, contextualiza Hernández. “Epicteto habla al que intenta aprender, reconforta y es directo. Las Diatribas son menos directas, pero el Manual es muy breve”, apostilla. Hay un juego de palabras curioso: enchiridion era literalmente el manual, en el sentido de algo que tener a mano. Pero también es el nombre de un cuchillo romano: un arma con el que cortar, por ejemplo, ataduras innecesarias.

“La clave es volver a los viejos maestros, a las enseñanzas clásicas”, termina Hernández. “Epicteto no es un gurú que de repente sale con una nueva iglesia o una nueva filosofía. Son enseñanzas radicales que nos sirven perfectamente para un periodo incierto y difícil como el que vivimos. Y como el que vivió él”. Plano general aparte, hay enseñanzas suyas que parecen escritas específicamente para estas fechas: “En las conversaciones familiares, abstenerse de reiterar tus hechos, pues aunque tú gustes de referir tus hazañas, a los otros no les será grato oírlas. Evita también hacer chistes”. Sabias palabras casi navideñas de Epicteto, el esclavo que nos enseñó a ser libres.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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