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De opera y cine

La ópera y el cine no han tenido nunca relaciones borrascosas pero tampoco han vivido un idilio permanente. Es natural. La dificultad de conjugar dos lenguajes con unas reglas del Juego muy diferentes ha hecho complicada una convivencia que vaya más allá de algún coqueteo: "La ópera trae su propia factura, su movimiento, desde el siglo XVII, y a ese movimiento estamos acostumbrados desde la infancia", escribió el novelista cubano Alejo Carpentier. "El cine, en cambio, ha venido creciendo dentro de un ritmo, de una trepidación, de un espíritu de síntesis, que constituyen sus mejores cualidades. Los ocho minutos de un aria de barítono, breves para la ópera, resultan excesivos en el cine".Aún va más lejos el compositor y director de orquesta francés Pierre Boulez cuando, a propósito de las correspondencias entre ópera y cine, afirma: "La adaptación de la ópera al cine se justifica, en definitiva, en la medida en que implique la absorción por el medio. Si no, no es una obra de arte original, es un reportaje". Los encuentros esporádicos entre ópera y cine han surgido, por regla general,como la conclusión lógica de una fascinación. Bergman esperó muchos años antes de volcarse en la filmación de La flauta mágica, logrando conservar la mirada inocente y curiosa de los ojos de un niño. Losey se dejó llevar por las arquitecturas de Palladio para resaltar la belleza inquietante de Don Juan. Muchos directores de cine han sucumbido a la atracción del teatro cantado, pero en rarísimas ocasiones su experiencia se extiende a más de un título. Ello da prueba de la intensidad con que han vivido la aventura.

La Filmoteca inicia esta tarde en el cine Doré la proyección de 14 películas comprendidas entre 1938 y 1988 sobre óperas llevadas al cine. El ciclo comienza con una joya, Los cuentos de Hoffmann de Powell y Pressburger, y acaba con la popular Tosca dirigida por Gallone el próximo 11 de octubre, el mismo día en que, si no se produce un nuevo cambio, está previsto que se reinaugure el Real como teatro de ópera. Habría sido un detalle de buen humor desplazar a ese día 11 el Parsifal de Syberberg, con lo que los partidarios de esta ópera wagneriana habrían podido consolarse en la pequeña pantalla de lo que ha resultado un sueño inalcanzable, el anunciado Parsifal del Real con Lorin Maazel y Dieter Dorn. Pero no están los tiempos para guiños reparadores y mucho menos para ironías: el Parsifal de Syberberg se proyectará en septiembre.Cada película admite dos citas: los jueves a las 20.30 y el sábado posterior a las 18.30. Los acercamientos cinematográficos a la ópera se hacen desde enfoques muy variados. Tres ejemplos: Louise de Abel Gance, Moisés y Aarón de Straub y Huillet y Porgy and Bess de Otto Preminger.

En la organización del ciclo participa la Asociación de Amigos de la ópera de Madrid, cuyo presidente, Juan Cambreleng, es asimismo director gerente del Teatro Real. No parece, como algunos malvados señalan en conversaciones privadas, un intento de probar soluciones de urgencia para el Real por si falla la maquinaria técnica o hay que reducir a última hora el presupuestó artístico para cambiar la decoración o los perfumes del teatro. La iniciativa se sitúa en el intento de modernización cultural de una agrupación con hábitos conservadores, cuya principal razón de ser ha sido durante muchos años el acceso a los abonos de las temporadas de ópera en La Zarzuela. En los últimos tiempos han intensificado, no obstante, las conferencias, coloquios, recitales y viajes, tratando de buscar una mayor proyección social. La colaboración con la Filmoteca en este ciclo es así un signo de aperturismo, debido sin duda a los sectores más dinámicos de la junta directiva.

Cincuenta años de ópera y cine nos esperan, pues, en la Filmo con músicas de Offenbach, Charpentier, Verdi, Puccini, Donizetti, Chaikosvski, Wagner, Schönberg, Smetana, Berg y Gershwin. Falta, lamentablemente, Mozart. Probablemente se ha buscado la no coincidencia con el último festival Mozart de la revista Scherzo. Todo un detalle.

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