Memoria
El juez Garzón les ha tocado la memoria a los militares golpistas argentinos, les ha tocado lo que más duele a los verdugos indultados por la sinrazón de Estado. Un sector de la política argentina reclama el derecho a la soberanía a la hora de zanjar los problemas históricos, un derecho a la soberanía del que ya sólo se benefician los verdugos, porque ni de soberanía económica, política o estratégica se puede hablar en plena globalización. ¿Existe una memoria políticamente correcta? ¿También hemos de tragarnos la memoria políticamente correcta?En un cine de Barcelona vuelve a proyectarse La vieja memoria, el filme documental, de Jaime Camino, que mejor replantea la memoria de las lógicas enfrentadas en la guerra civil española. Lo revisé en compañía de José Luis de Vilallonga -sin proponérselo, ha representado en este documento el mejor papel de su vida- y llegamos a la compartida conclusión de su historicidad actual. De la misma manera que he chos como el desastre del 98 o la Se mana Trágica de Barcelona de 1909 condicionaron mi vida y nuestra historia desde muchos años antes de nacer, la guerra civil nos ha hecho tal como somos, tal como estamos, la hayamos vivido o heredado como hijos o como nietos. Memoria políticamente incorrecta sin duda, en este happy end de fin de milenio que se nos prepara.
No tan lejos como esta supuesta arqueología, el holocausto argentino, el más cruel de todos los holocaustos del Cono Sur, merece el empecinamiento del juez Garzón y el de todos aquellos que luchan contra la pena al luchar contra el olvido. Si los argentinos no pueden tocarles las memorias a los verdugos, que no se molesten si Garzón lo hace, recuperando la incordiante memoria de los españoles que murieron en las checas argentinas ante la indiferencia del transfranquismo.
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