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TRAGEDIA EN LOS GRANDES LAGOS

Geografía e incompetencia

Alfonso Armada

Alguien debería explicarles geografía a los estrategas de la Agencia Española de Cooperación Internacional. El Hércules con algunos kilos de ayuda humanitaria y cinco cooperantes dispuestos a pasarse unas horas en Kinshasa y que España envió hace dos semanas a la capital de Zaire, uno de los Estados más corruptos, violentos y enfangados del mundo, no sirvió un ápice para lo que abiertamente se pretendía: ayudar al más de un millón de refugiados ruandeses.Hubiera resultado mucho más eficaz que la ayuda hubiera utilizado, por ejemplo, la ruta de Helsinki. Porque era más fácil que esas mercancías alcanzaran su destino viajando desde Finlandia que recorriendo la insalvable distancia de 1.500 kilómetros de selva, tropa y administradores envilecidos que hay entre Kinshasa y su provincia de Kivu.

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Otra faceta de la propaganda política sobre un fondo de refugiados hambrientos y catástrofe invisible la ofreció el embajador de España en Dar es Salam, la capital tanzana, José María Sanz Pastor. Ahí sí acertaron los estrategas humanitarios de Madrid: mejor enviar al embajador en Tanzania para ocuparse del este de Zaire que al propio embajador acreditado en Kinshasa. Paradojas de la geopolítica.

Desde que se conociera la muerte de cuatro misioneros españoles en Bukavu, la capital de Kivu Sur, el embajador Sanz Pastor no ha puesto los pies en el puente de tablas que salva la Rusizi y comunica Ruanda y Burundi. Las informaciones de la Oficina de Información Diplomática y de Radio Exterior que daban cuenta de los esfuerzos del diplomático en la frontera eran falsas. Sirvan en su descargo las palabras de un companero marista de los asesinados: "Vale más preocuparse de rescatar a los vivos que a lo muertos". Las tareas condujeron al embajador, curiosamente, al extremo norte del lago Kivu, donde sí pudo dejarse retratar por las cámaras de TVE en el momento en que abrazaba a una monja llegada del infierno del otro lado.

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