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Tribuna
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Una línea sostenida

Las surreales, absurdas decisiones del jurado no deben hacer olvidar que esta 44 a edición del festival donostiarra ha resultado, en su conjunto, merecedora de todas las aprobaciones. Ante todo ha demostrado la viabilidad de la línea de trabajo emprendida hace ya algunos años, que busca crear una identidad propia y acusada para un certamen demasiado sujeto a lo largo de su historia a fuertes vaivenes hace 10 días-, a una provisionalidad en su dirección que lastró sus planes a largo plazo y a un dificil encaje en el muy competitivo panorama de los festivales internacionales del más alto nivel.La programacion de la selecciónoficial fue este año muy homogénea e interesante que en la pasada edición, lo que de paso hace todavía más sangrante y arbitrario el criterio de los jurados a la hora de conceder sus parabienes. Mientras, la alternativa Zabaltegi-Zona Abierta reunía los tradicionales títulos ya consagrados, como Profundo carmesí, de Arturo Ripstein; Lone Star, de John Sayles; Belleza robada, de Bernardo Bertolucci, o Secrets and Lies, de Mike Leigh, con una programación joven a menudo apasionante, aunque con más altibajos en su calidad que la selección a concurso.ColasTambién acertadas se demostraron las secciones retrospectivas. Si la dedicada a Tod Browning provocó colas considerables, y las que analizaron el anticomunismo en los cines americano y español contaron con una nutrida concurrencia, la que tuvo como protagonista a Eloy de la Iglesia y su cine rupturista y provocador encontró un terreno fértil entre sus filmes y un público joven que conectó imprevistamente con él, hasta el punto de erigirse en uno de los grandes` acontecimientos de esta 44 edición. También importante ha sido el esfuerzo de Diego Galán y su equipo para profundizar más aún, si cabe, en la calidad de las publicaciones que han acompañado estos ciclos y que son los materiales llamados a dar a conocer al festival fuera de ciudad.

Así las cosas, Donostia se enfrenta ya desde hoy mismo a un doble reto importante. Por una parte, restañar su prestigio entre los profesionales internacionales e intentar borrar la idea de que aquí sólo se premian películas españolas, sambenito pueblerino al que parece condenado un acontecimiento que ha visto cómo los sucesivos jurados de los últimos años reservaban sistemáticamente lugares de privilegio a las películas de producción propia. Por el otro, lograr la difícil cuadratura del círculo que deberá afrontar un festival sobrepasado de público: si el año pasado, el número de espectadores que asistieron a las sesiones llegó a 135.000, en éste superó los 200.000, un crecimiento impensable en otros anos, pero que obligará a tomar decisiones que corren el riesgo de no gustar a todos

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