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Crítica:57ª QUINCENA MUSICAL DONOSTIARRA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las músicas de Pío Baroja

En la plaza de los Fueros de Cestona se celebró el jueves un peculiar homenaje al gran vasco Pío Baroja en el que participaron la Orquesta Sinfónica de Bilbao, dirigida por Juan José Mena, el Orfeón Donostiarra de Sáinz Alfaro, la soprano María Bayo, el barítono Carlos Álvarez y, sobre todo, el pueblo que abarrotó el recinto y vivió la jornada en aire de fiesta. Como tal, no faltaron los fuegos de artificio y las no programadas horas del reloj de la basílica. Si añadimos el desfile de tipos tradicionales, desde el propio don Pío hasta el rojiazul Miquelete en una realización del grupo teatral Antzeta de Azpeitia y la colaboración de bertsolaris y txistularis, el conjunto semejaba un cuadro de Darío Regoyos o de Ricardo Baroja que hubiera tomado vida de improviso. A buen seguro el tono y el contenido del acto habrían hecho feliz a Baroja si lo hubiera contemplado, pues no en vano tuvo un alma popular y se sintió a gusto con cuanto constituía el ser y el vivir de las gentes del pueblo.Otro tanto han pensado los rectores de la Quincena Musical, ya que tras el concierto de Cestona ofrecerán una audición del coro Easo sobre Música literaria y literatura musical y el estreno de Akelarre, ballet burlesco de Pascual Aldabe apoyado en textos barojianos de las novelas Jaun de Alzate y La dama de Urtubi. El acto de Cestona, villa y balneario en los que el joven Baroja ejerció efímeramente la medicina, resultó espléndido precisamente por cuanto tenía de resonancias barojianas. La orquesta, el orfeón, la Bayo y Álvarez nos llevaron con verdadero primor por músicas amadas por don Pío: Rossini, por ejemplo, del que gustó casi tanto como de Mozart o de Gluck.

Piano y órgano

No es rara la presencia de la música en las novelas, cuentos y escritos memoriales de Baroja; unas veces, como indica muy bien José Ignacio Ansorena, para concentrar en el órgano la pasión de Raimundo en El mayorazgo de Labraz, otras para hacer del piano punto de partida y cierre en la evolución del protagonista en El cura de Monleón.Pero quizá donde el sentimiento musical y literario de Baroja parecen aliarse de manera más íntima y evocadora es en la música popular, en esos temillas que cuando los "arreglaban" ciertos compositores, decía Baroja que "más bien los desarreglaban".Estamos ante músicas vividas desde niño escuchadas a sus mayores, sorprendidas en las calles desconchadas de la vieja ciudad, como en el emocionante Elogio sentimental del acordeón. Antiguas habaneras, motivos recordados y anotados aquí o allá sin pretensiones etnográficas, evocación en suma ajena a cualquier deformación culturalista, ésa que hacía dudar a Baroja como a Ortega de la naturaleza del llamado gran público filarmónico y, todavía más, del valor ético del hecho musical que es solamente artístico.

El largo al factotum y la cavatina Una voce poco fa, del Barbero, excelentemente cantadas por Álvarez y María Bayo, los fragmentos del Adiós a la bohemia, que Sorozábal consideraba su mejor partitura teatral acaso por la honda identificación con la más triste bohemia madrileña descrita por Baroja, los bellísimos Cantos vascos, de Canteloube -en los que María Bayo hizo prodigios-, los coros de Sarriegui sobre versos de Serafín Baroja y el folclorismo nacionalista vasco de Pierné y Guridi tuvieron el añadido de varios aires de La Gran Vía, de Chueca, tan querido y elogiado por Baroja.

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