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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cerrazón de Fidel

EL INMOVILISMO de Fidel Castro ha obligado a la Comisión Europea a retirar la mano que, en buena medida gracias a la insistencia española, había tendido no tanto al líder cubano como a su sufrido pueblo. A Castro y sus ministros el asunto no parece afectarles demasiado, pero, como han subrayado tanto Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión, como Abel Matutes, el nuevo jefe de la diplomacia española, la mayoría de los cubanos sí que van a sufrir las desdichadas consecuencias de este desencuentro. Cuba va a seguir siendo el único país latinoamericano sin un acuerdo de cooperación con la Unión Europea, y ello por la imposibilidad en que se han encontrado los negociadores europeos de obtener ninguna contrapartida, por mínima que fuera, en materia de mejora de los derechos humanos en la isla y de evolución hacia la economía de mercado.En la última cumbre de la UE, la celebrada el pasado diciembre en Madrid, los jefes de Estado y de Gobierno habían otorgado a la Comisión un mandato para que explorase la posibilidad de alcanzar un acuerdo de cooperación con Cuba a cambio de algunos gestos de buena voluntad por parte de Fidel Castro, como la excarcelación de presos políticos y un mayor desarrollo del trabajo por cuenta propia. Pero en los últimos meses, al calor de la agudización de su viejo pulso con Estados Unidos, Castro no sólo no ha efectuado esos gestos, sino que ha expresado una cierta hostilidad hacia la Unión Europea al negar la salida de la isla a miembros de ONG cubanas que habían sido invitados por el Europarlamento o aprobar un informe del buró político del partido comunista cubano señalando que si Estados Unidos es el principal enemigo de su régimen, la Unión Europea, que fomenta "la subversión interna para corroernos desde dentro", es el segundo. Marín tiene razón al decir que, en esas condiciones, la Comisión no podía proponer ningún acuerdo con Cuba.

Entretanto, la ley norteamericana Helms-Burton, que entrará en vigor el próximo 1 de agosto, provoca una gran inquietud entre los Gobiernos y empresarios europeos, y en lugar destacado el de España, país que, junto con Canadá, el Reino Unido e Italia, forma parte de los principales socios económicos de Cuba. Recuérdese que esa ley amenaza con sanciones en Estados Unidos a las personas físicas y jurídicas que, en el curso de sus actividades empresariales en Cuba, negocien con antiguas propiedades norteamericanas en la isla.

El pasado lunes, funcionarios de Estados Unidos desplazados a Bruselas para informar a la Unión Europea efectuaron una muy poco tranquilizadora declaración al afirmar que la ley Helms-Burton "puede afectar a cientos de personas o a miles de personas, no lo sabemos con exactitud". Es cierto que Cuba ha conocido una cierta revitalización de su crecimiento económico como consecuencia de la introducción de un cierto grado de iniciativa privada en sectores como la agricultura y la hostelería, y el incremento de la inversión extranjera en el turismo y la extracción y tratamiento de minerales. Pero, aun así, la apertura económica cubana, escasa y tardía, no llega a paliar las carencias cotidianas de los cubanos.

Justificándose en la agresividad norteamericana, su último argumento, Fidel ha cerrado las puertas al desmantelamiento de un sistema económico ineficaz y a la concesión a los cubanos de las libertades que reclaman. Su orgullo es extraordinario y le lleva a desaprovechar oportunidades como la que le brindaba la iniciativa europea.

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