Un blasón de nobleza antigua
Fernando Lázaro Carreter, de 72 años, filólogo, catedrático y académico, autor de obras literarias y lingüísticas (Estudios de lingüística, edición crítica de El buscón de Quevedo, Lazarillo de Tormes en la picaresca, Cómo se comenta un texto literario), es menos conocido como dramaturgo y extraña que no diera continuidad a esta faceta, en la que alguna de sus obras tuvo auténtica relevancia, como el drama La señal, estrenado en el teatro María Guerrero, de Madrid, hace ahora 40 años.En el tiempo que lleva dirigiendo la Academia ha reorganizado a fondo la casa y su mayor satisfacción es haber dado un gran impulso a los trabajos lexicográficos. "El viejo lema dieciochesco Limpia, fija y da esplendor", dice Lázaro Carreter, "se mantiene como un blasón de nobleza antigua, pero no es éste su fin, sino procurar defender la unidad de la lengua".
"La Academia", precisa su director, "o tiene una función dentro de la vida social o no sirve para nada. Evidentemente, el español, con tantos millones de hablantes, es el soporte de nuestro prestigio en el mundo. Conseguir que se mantenga su unidad -no su uniformidad- es una función política de muchísima importancia que ha desempeñado la Academia, y si no se reconoce quizá sea porque no se conozca".
"¿Por qué queremos tener una ortografía común con América", añade Lázaro Carreter, "cuando a raíz de la emancipación, en el siglo pasado, surgen movimientos de ruptura con la metrópoli? Muchas personas en América lo aceptaron, también muchos países -aunque fuese a regañadientes-, y tenemos ahora algo magnífico: la unidad ortográfica. Eso es mantener la unidad de la lengua. En el plano ortográfico está lograda; en el léxico no hace falta, pues cada país posee su palabra, y el sistema entero nos permite a los hispanohablantes reconocer una sola lengua. Esto es lo que la Academia tiene que defender".
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