Cine mexicano con historias de mujeres
Fue la de ayer una jornada mexicana, dominada por la presencia, en la competición oficial, de la última película del veterano Alberto Isaac, Mujeres insumisas, comedia con toques dramáticos sobre la emancipación, de cuatro amigas que plantan maridos y niños para vivir en libertad. La nómina azteca incluyó también una estimulante ópera prima, Dos crímenes, de Roberto Sneider, y mexicano es también el segundo filme de Robert(o) Rodríguez, Desperado, una ensalada de tiros con Antonio Banderas como reclamo, y sobre la que volveremos, puesto que se estrena comercialmente mañana.
Con todo, los mejores momentos de un cine a contracorriente vinieron del iraní Alireza Raisian, que con Safar alcanza a dar cuenta del misterio inaprehensible que yace debajo de algunos de los filmes realistas producidos en los últimos años por ciertos francotiradores, entre los que se cuenta su maestro y aquí guionista, Abbas Kiarostami.Tiene la película de Isaac, como por otra parte también la de Raisian, la sana pretensión de contar historias de mujeres sometidas en países de fuerte machismo. El problema es que Mujeres insumisas, que tiene algunos momentos verdaderamente logrados, sobre todo en lo que hace a la relación entre las tres mujeres que persisten hasta el final en su decisión, se resiente por obra de un guión completamente descompensado, cuando no tramposo. No niega este cronista que en la realidad mexicana haya machos como los que el filme muestra, pero lo que no puede entender es que se eche mano de dudosos lugares comunes para hacer avanzar la acción, el mayor de los cuales es la muy carnal relación entre la líder del grupo y un atractivo muchacho que, en fin, resulta ser un chulo, narcotraficante para mayores datos.
Tampoco se entiende muy bien que un cineasta con la experiencia de Isaac, que debutó en 1964 y es autor de 11 largometrajes, no logre de sus actores lo que sí obtiene su compatriota Sneider, una actuación homogénea, ajustando a un patrón único escuelas y estilos interpretativos diferentes. No es éste un hallazgo aislado de Dos crímenes; por el contrario, la película, que se basa en una ácida novela de Jorge Ibargüengoitia, sorprende agradablemente por la confianza y seguridad que demuestra su director, Roberto Sneider, a la hora de abordar la puesta en escena.
Tiene el filme, además, un convincente aire de negra, comedia familiar, con cinco primos rondando como zopilotes alrededor de un viejo tío rico que, sospechan, dejará a su muerte a cada uno un verdadero patrimonio. Con. una estructura por momentos calcada de un vodevil de encuentros y desencuentros, y con elementos astutamente comerciales, como las idas y venidas del protagonista, en realidad un prófugo de la justicia, de la cama de una de sus primas a la de la joven y atractiva hija de ésta, Dos crímenes también aborda críticamente la realidad mexicana, e incluye una nada desembozada denuncia sobre la venalidad de policías y magistrados.
Pésimo comienzo
En relación con el filme de Raisian, este cronista, que confiesa en su descargo el llevar en sus retinas una media de cuatro películas vistas al día, debe reconocer que le faltó muy poco para hacer lo mismo que varios de los espectadores presentes en el pase matinal de prensa, que optaron por largarse antes de. la mitad de la proyección. Hubiese hecho mal: por una vez, un filme no sólo se endereza en su segunda mitad, tras un comienzo pésimo y mal rodado, para terminar construyendo un hermoso canto a la solidaridad entre dos mujeres en el Irán de los años de la guerra irano-iraquí. No deja el filme ningún lugar a dudas sobre las pretensiones del director: mientras los hombres discuten o matan en la carretera o en la guerra, son las mujeres las que sostienen no ya la cotidianidad, sino simplemente la vida. Es un filme árido, duro y sin concesiones, sobre todo para quienes no estén acostumbrados a un tempo narrativo cercano a la contemplación. Pero su valentía es grande, y sus logros, conmovedores.
Babelia
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