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43 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Dos irregulares películas europeas abren la competición oficial

Comienza el concurso con los fílmes de Hans Petter Moland y David Hayman

Las dos tienen en común su origen en países a contramano de los que habitualmente suministran el cine de consumo europeo, pero ahí se terminan sus semejanzas. Zero grados Kelvin, del noruego Hans Petter Moland, es un absorbente y claustrofóbico duelo psicológico entre cazadores, perdidos en las inmensidades heladas de Groenlandia, a mediados de los años veinte. The near room es, en cambio, un fallido, truculento thriller escocés firmado por David Hayman, que cuenta el descenso a los infiernos de la prostitución, la droga y la marginalidad de un periodista de sucesos, en un Glasgow fantasmal y nocturno. Dicen los responsables del festival que en la selección oficial se esconden auténticas maravillas, pero de momento no ha saltado aún ninguna, aunque es cierto que estamos en los comienzos.

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Poco se puede decir de The near room, como no sea lamentar que no discurra por los caminos que anuncia el prometedor comienzo y que se diluyen pronto en un tratamiento grandilocuente, lleno de golpes de efecto -no es el menor que el periodista, que fue padre a los 16 años y tuvo que abandonar a su hija, se vea necesitado de buscarla, sólo para descubrir que es ciega... y prostituta- y un pretendido tono de denuncia social que pronto muestra sus dientes de pura añagaza.En cambio, Zero grados Kelvin, a pesar de que le sobran por lo menos 20 minutos de sus casi dos horas, presenta una ambición mucho mayor, además de un pulso considerablemente más seguro de su director, Moland, en la que es sólo su segunda película. Basada en una novela parcialmente autobiográfica del danés Peter Tutein, cuenta la vida de tres cazadores. Uno es un coriáceo, resentido ex marino, el otro es un científico que aprovecha su trabajo de caza para hacerlo compatible con sus investigaciones sobre animales y el tercero, el centro del relato, es un poeta que se va al Norte helado sólo por una temporada.

Los conflictos estallan muy pronto, lo que sirve para entender, por ejemplo, el escaso interés de Moland por la espectacularidad a que el trabajo de sus personajes podía inducir: de hecho, el filme es un sobrio, duro drama claustrofóbico, casi todo él desarrollado entre las cuatro paredes de una helada cabaña. Resulta un tanto redundante la continua invocación a la vida dejada atrás, a la posible infidelidad de la novia del joven protagonista, objeto de los envenenados dardos del desengaño del curtido marino. Para cuando el drama entre ambos se catalice, ya el respetable se huele casi todo lo que la confesión del cazador cuenta.

Puesta en escena

Pero en cambio el filme se demuestra sólido en lo que a la puesta en escena se refiere y, en buena ley dramática, no escatima argumentos para su correcta definición, por mucho que algunos de ellos puedan sonar políticamente muy incorrectos: lo que aquí se dice de las mujeres puede sonar muy poco adecuado para oídos feministamente ortodoxos.Zabaltegi, por su parte, fue el espacio en que se dio a conocer A propos de Nice. La suite, una revisitación homenaje a uno de los documentales más justamente famosos de la historia del cine, A propos de Nice (1930), del francés Jean Vigo, cuya materia prima es actualizada a varias voces por pequeños episodios aislados obra de ocho cineastas, de interés y calidad dispares. Este cronista admiró sobre todo tres. En el primero, dé los iraníes Abbas Kiarostami y Parviz Kimiavi, un sensible retrato de los lugares y la búsqueda de una superviviente del primer rodaje da pie a una reflexión sosegada, nada nostálgica, de los estragos del tiempo, per o también de la pervivencia de las cosas. El segundo, del franco-chileno Raúl Ruiz, es una muy inteligente utilización de los escenarios, de las promenades de la ciudad para situar en ellos una historia de amor tan surreal y divertida como las habituales en su cine. El tercero es obra de Costa Gavras y es el más político de todos. Sin otro acompañamiento que su cámara, y con sólo dos breves momentos de apertura y clausura en los que se oye el coro de los esclavos de Nabucco, Gavras filma un mitin electoral de Jean-Marie Le Pen. Y lo hace en primeros planos no tanto del líder -que también-, sino sobre todo de sus correligionarios y votantes; y lo que el filme arroja no es otra cosa que una galería de rostros tan inquietantes y patibularios como los de cualquier oficina de sheriff en el Oeste y sus inefables. carteles de "Se busca".

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