17 españoles entre cientos de ecologistas detenidos por la policía en París
Diecisiete españoles figuran entre los ecologistas de Greenpeace detenidos ayer por la policía francesa cuando protestaban en París contra los ensayos nucleares franceses en el atolón de Mururoa y trataban de entregar una carta con más de tres millones de firmas al presidente Jacques Chirac. La policía detuvo primero a unos 300 manifestantes, pero los liberó poco después, reteniendo a 30 de ellos, entre los cuales figuran los españoles con el responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace en España, Carlos Bravo. Éste dijo: "La única manera de acallar las protestas es paralizando las pruebas nucleares".
Los militantes de Greenpeace iban disfrazados de vulgares turistas. Un considerable despliegue policial impidió que tomase cuerpo la manifestación de los ecologistás de Greenpeace, que había previsto formar una cadena humana a lo largo del Sena, hacer llegar un barco hasta el puente de l´Alma y, desde allí, ir hasta el Elíseo, residencia oficial del presidente Chirac, para poner en sus manos los papeles con los más de tres millones de firmas, de las cuales tan sólo 150.000 corresponden a ciudadanos franceses.El excesivo protagonismo de Greenpeace, el despliegue mismo de la pacífica pero numerosa armada ecologista y la internacionalización de la protesta parecen estar en el origen de la escasa combatividad antinuclear de unos ciudadanos franceses que en un 63% desaprueban los ensayos atómicos (solo un 28% están a favor) ordenados por Chirac.
Ayer, junto a unos cuarenta diputados europeos, sólo el actor Claude Pieplu y la líder de Los Verdes, Dominique Voynet, candidata a la presidencia francesa hace sólo unos meses, se sumaron a los actos promovidos por la organización ecologista Greenpeace.
En el puente de Alejandro III, cerca de la plaza de la Concorde, cuyo acceso estaba estrechamente controlado, tendidos sobre el suelo y voluntariamente amordazados, miembros de Greenpeace intentaron que prendiese la protesta. Su gesto, como sucede a menudo en las operaciones montadas por estos profesionales de la lucha antinuelear y ecolpgista, sólo tuvo repercusión porque allí estaban las cámaras de televisión para inmortalizar el momento en que la policía evitaba que interrumpiesen el tráfico. Una gran pancarta amarilla reclamando el fin de todas las pruebas atómicas y con centenares de firmas reproducidas a gran tamaño fue deplegada sobre la barandilla del puente sobre el Sena.
Por su parte, el presidente Jacques Chirac intentaba "desnacionalizar" sus explosiones en Mururoa y ponerlas bajo pabellón europeo, oferta que no ha tenido un gran éxito por el instante. Sus declaraciones, "deseando que la fuerza de disuasión nuclear francesa pudiese un día desempeñar un papel dentro de una defensa europea a construir", no han obtenido otro eco que el de una respuesta escéptica de un antiguo consejero del presidente Mitterrand: "Una disuasión europea supone un presidente europeo".
Lo cierto es que Chirac también había anticipado el reproche al insistir en un vago dibujo constitucional, de alcance continental, al que ya hizo referencia durante la campaña electoral "Europa debiera tener una cara y un rostro", dijo al sugerir la conveniencia de nombrar a un alto representante de la Unión Europea. (UE) que sustituiría, escogido por periodos de tres años, a las poco operativas troikas de la Unión.
Lo cierto es que en su momento, a principios de los años sesenta, De Gaulle se refería al arma nuclear francesa como garante de la independencia y la seguridad europeas frente a la amenaza soviética, entre otras cosas porque el general decía "no creer en el europeísmo del paraguas nuclear estadounidense". La oposición socialista le ha recordado a Chirac, cuando éste ha blandido el argumento gaullista, que el muro de Berlín cayó en 1989.
Por otra parte, 1.300 científicos franceses han firmado un llamamiento contra los ensayos nucleares por considerar, que existe "riesgo de diseminación de materias fisibles nucleares".
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