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La proteína más larga es la clave de la poliquistosis renal

Cuando hace un año se logró identificar el gen cuya mutación produce la poliquistosis renal, una enfermedad hereditaria, de alta incidencia que puede llegar a inutilizar los riñones, los investigadores europeos autores del trabajo no pudieron cantar victoria. El gen, tras nueve años de búsqueda, les tenía reservada la sorpresa de que gran parte de él se repetía varias veces inútilmente en el mismo cromosoma, el 16, lo que hacía muy difícil reconocer la secuencia verdadera y, por tanto, encontrar la proteína que produce. Antes había que asegurarse de cuál era la aguja adecuada entre las varias ocultas en el pajar. Por fin se ha obtenido esa proteína, llamada policistina, y algunas pistas sobre su posible función, como se explica en la revista Nature Genetics (Junio, 1995).Ha resultado ser la proteína más larga que se conoce; algo así como una palabra de 4.302 letras (aminoácidos) en la que basta un error, y casi nunca el mismo, para producir la enfermedad. Pero el consorcio europeo integrado por investigadores de la Unidad Genética Molecular del hospital Ramón y Cajal de Madrid y del John Rac1cliffe de Oxford (Reino Unido) no ha sido el único en dar con la policistina. "Cuando el año pasado se identificó el gen,, el PKDI, dos multinacionales estadounidenses empezaron también a secuenciarlo, por métodos distintos. Los resultados son muy similares, pero no iguales", afirma José Luis San Millán, del Ramón y Cajal.

Tanto los equipos de Estados Unidos, liderados por Millennium Pharmaceuticals e Integrated Genetics, como el europeo han patentado sus secuencias, aunque a San Millán no le parezca del todo ético reclamar derechos de propiedad sobre "un gen que tenemos todos".

Para este experto, "nuestra propuesta para la policistina es probablemente la más exacta, porque teníamos la seguridad de estar trabajando con el gen correcto". Su grupo había conseguido ya aislar el PKDI verdadero pegándole una sonda genética, un fragmento conocido de ADN que siempre aparece cuando la poliquistosis se manifiesta. Los estadounidenses, en cambio, debían ir comprobando que sus secuencias no procedían de los fragmentos repetidos e inservibles del gen.

Posibles funciones

La propuesta europea incluye también detalles acerca de la estructura de la proteína, útiles para inferir sus posibles funciones. "Empleando bases de datos, comparamos las secuencias con, otras similares de las que ya se conocía su estructura y la función. Sabemos que parte de la policistina se sitúa fuera de la célula; parte, en la membrana, y, muy posiblemente, otra parte dentro", explica San Millán. "Así se abre una puerta muy importante", continúa, "porque tal vez conociendo la estructura de la policistina podría deducirse su función y, a partir de ahí, hallar formas de terapia". Su hipótesis es que la función de la policistina podría estar relacionada con la transmisión de señales del interior al exterior de la célula.

La poliquistosis renal puede diagnosticarse con técnicas genéticas desde hace más de cinco años, pero aún no hay tratamiento efectivo que retrase su aparición en forma de quistes en los riñones, que aumentan en número y tamaño. Afecta a uno de cada mil adultos, de los cuales aproximadamente la mitad acaba necesitando diálisis o un trasplante.

Mutaciones

El grupo del Ramón y Cajal está buscando mutaciones en el gen PKDI, siguiendo con los estudios familiares de herencia que guiaron a su localización. "Ia mutación puede estar en cualquier parte, es distinta en cada familia. Hemos encontrado dos iguales en una familia británica y en otra de Huelva, pero en las demás estudiadas, más de cien, no coincide", dice San Millán. Se ha observado además que, aunque las alteraciones en el gen PKDI son la causa de la enfermedad en la mayoría de las familias españolas, en un 10% de los casos la mutación está en otro gen, el PKD2 -en el cromosoma 4-, que el grupo del Ramón y Cajal está intentando identificar.

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