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Samper se considera víctima de la guerra entre los servicios secretos de EE UU

ENVIADO ESPECIALEl presidente colombiano, el liberal Ernesto Samper, de 44 años, se considera víctima de una guerra encubierta entre las diversas agencias de Estados Unidos, como el FBI, la CIA y la DEA, esta última específicamente encargada de la lucha contra el narcotráfico. A ello atribuye las acusaciones de no ser lo suficientemente enérgico contra los narcos, la sospecha hecha circular sobre su propia honestidad y la presión a la que ha estado sometido desde que, el pasado agosto, asumió el cargo.

En una conversación con un pequeño grupo de periodistas europeos, Samper mostró el viernes en Cartagena de Indias su decepción porque el presidente Bill Clinton felicitase en primer término a la DEA por la detención, el día 9, de Gilberto Rodríguez Orejuela, el jefe del cartel de Cali.Los norteamericanos no estarán nunca contentos, señala el presidente colombiano. Si se avanza un metro, pedirán 100; y si se avanzan 100, pedirán un kilómetro. Samper reconoce que la operación del llamado Bloque de Búsqueda que culminó con la detención del capo contó con ayuda de la DEA. Esta agencia condujo a los dos testigos que facilitaron los datos definitivos, y que ahora cobrarán los más de 200 millones de pesetas de recompensa, serán sacados del país -probablemente a EE UU- y se les dotará de una nueva identidad.

Según el presidente, la política de recompensas ha resultado extremadamente eficaz, al segar la hierba bajo los pies de los jefes narcos, que ya no pueden fiarse ni de su sombra. No obstante, admitió que las garantías de seguridad para los informantes fallaron durante meses al disponer el cartel de Cali del tecnología que le permitía interceptar las comunicaciones efectuadas mediante telefonía móvil, incluso con las oficinas centrales de la policía en Bogotá. Este problema fue solucionado hace seis meses con ayuda de EE UU. Asimismo, para estrechar el cerco a Gilberto Rodríguez Orejuela fue preciso confiscar más de 350 taxis de Cali, propiedad encubierta del cartel, que, en más de una ocasión, colapsaron las calles de la ciudad para dar tiempo a huir a los jefes narcos.

Samper, confesó que se sintió personalmente conmocionado cuando, el pasado jueves, una bomba causó un herido e importantes daños materiales en la sede del Congreso, situado a escasos metros del palacio presidencial de Nariño. Él mismo fue víctima de un atentado en el año 1989 del que aún conserva cuatro balas, alojadas en el cuerpo.

Aunque no hay aún pruebas sustanciales, el presidente se inclina por atribuir la autoría del atentado a los narcotráficantes, al igual que el perpetrado el pasado día 10 en Medellín, que causó 28 muertos y más de 200 heridos y destripó El Pájaro, una escultura de Fernando Botero, padre del actual ministro de Defensa del mismo nombre.

Samper lamenta que el narcotráfico obligue a emplear importantes recursos -más de 6.000 policías y soldados para capturar a Orejuela y sus compinches-, efectivos que hay que retirar de la calle con el consiguiente aumento de la criminalidad. Colombia tiene el récord mundial de asesinatos en relación con la población: con 36 millones de habitantes hubo casi 25.000 muertes violentas en 1994, una cifra que, pese a ser aterradora, indica una tendencia a la baja: en 1991 hubo 29.400 muertos, y 28.000 en cada uno de los dos años siguientes.

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Brasil en el futuro

Samper es optimista y cree que, aunque la solución final al narcotráfico en Colombia puede tardar en alcanzarse, lo más lógico es que Brasil tome próximamente el relevo como principal foco del narcotráfico mundial, debido a que puede producir no sólo la coca y la amapola de la que se extrae la heroína, sino incluso los precursores químicos indispensables que los narcos colombianos tienen que importanEntretanto, pone como ejemplo de su buena voluntad la reciente legislación contra el lavado de dinero, la justicia sin rostro (anónima, para evitar represalias)" los planes para endurecer las penas por estos delitos y, por supuesto, el implacable cerco a los jefes del cartel de Cali.

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