_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Presupuestos de guerra

Joaquín Estefanía

Estando acostumbrados a los continuos globos sonda con los que distintos dirigentes socialistas nos han obsequiado cuando las iniciativas que planteaban eran polémicas y querían habituar a la opinión pública, a estas alturas no debe extrañamos lo sucedido con las desgravaciones a la vivienda o de gastos por enfermedad. Independientemente de las motivaciones políticas que escondan, el nuevo amagar y no dar de la última semana contiene una realidad que conviene no olvidar: los presupuestos de 1996 serán unos presupuestos de guerra, a pesar de la reactivación.En los presupuestos del año que viene se juega nuestro país su credibilidad en la Unión Europea para entrar en la siguiente fase de la Unión Económica y Monetaria y, por consiguiente, para cumplir el plan de convergencia. Según éste, el déficit público, que debería terminar el ejercicio de 1995 en el 5,9% del producto interior bruto, se colocará a finales de 1996 en el 4,4%.

La primera dificultad para lograrlo son los yugos del presupuesto, los compromisos adquiridos con otras fuerzas políticas o con los agentes sociales, que no se pueden tocar so pena de perder- la verosimilitud interior: salarios de los funcionarios, intereses de la deuda, gastos en sanidad, desempleo o pensiones, etcétera, que suponen un porcentaje altísimo del presupuesto. Otra dificultad son los pactos pendientes con los partidos que deberán apoyar en el Parlamento el presupuesto, fundamentalmente los nacionalistas vascos y catalanes.

Para que esas partidas se revaloricen lo acordado y el presupuesto cuadre, será necesario que otros capítulos disminuyan en términos reales. Compensación de una tremenda complejidad por la resistencia de los diferentes departamentos ministeriales. ¿Cómo convencer a la ministra de Cultura o a la de Asuntos Sociales de que tienen que rebajar, por ejemplo, el dinero dedicado a los museos o las subvenciones a las organizaciones no gubernamentales? ¿Cómo convencer al de Asuntos Exteriores de que las sedes diplomáticas seguirán en precario otro año más o de que la ayuda al desarrollo, tras las movilizaciones del 0,7%, seguirá exigua? ¿Y a José Borrell de que la inversión pública no alcanzará los porcentajes previstos en el programa electoral con el que los socialistas ganaron las elecciones generales de 1993?

Según las primeras informaciones, las directrices dadas por Hacienda al resto de los departamentos son que presenten los números de forma que, en lo no prioritario, haya reducción de los gastos. Y que los ministerios los están mandando con crecimiento; moderado, pero crecimiento. El diálogo entre los que se sientan en el Consejo de Ministros está bloqueado y todos entienden, lógicamente, que lo suyo es lo fundamental.

Cada uno de los tres ministros de Economía y Hacienda de Felipe González ha tenido sus peculiaridades. Miguel Boyer y Carlos Solchaga fueron ministros más políticos y su principal contribución ha sido la pedagogía para la modernización del país.

En cambio, Pedro Solbes, un ministro técnico, les aventajará en el modo más ortodoxo de cerrar los presupuestos. Por ello está empeñado en que el principal instrumento de la política económica de 1996 no se le vaya de las manos y contribuya decisivamente a quebrar las tendencias alcistas del déficit público y, al mismo tiempo, de la inflación. Ahora, Pedro Solbes necesitará de una mediación política más alta que la suya para dar un tajo a los gastos. Felipe González tendrá que remangarse en el Gabinete y apoyar a su ministro de Hacienda en detrimento de los departamentos más gastadores. Y conociendo la coherencia europea del presidente del Gobierno, es seguro que lo hará. Las incógnitas más significativas son la profundidad del ajuste y las concesiones que se harán a los socios catalanes para que lo sigan siendo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_