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De Bahía al mundo

La literatura brasileña está viva, muy viva, aunque no parezca existir para la Academia Sueca: el poder, decididamente, no habla todavía en portugués. Jorge Amado se merece el afamado galardón desde hace ya bastantes años. Como se lo merecía Miguel Torga, como se lo merece José Saramago. Él es una de las figuras mayores de la literatura brasileña contemporánea, que ha dado figuras tan imprescindibles como Joáo Guimaráes Rosa, el novelista de Gran sertón: veredas, y Carlos Drummond de Andrade y Joáo Cabral de Melo Neto, dos poetas de relieve, que, sin embargo, no explican por completo el rico paisaje de la poesía brasileña de este siglo; piénsese en la poesía concreta de los hermanos Augusto y Haroldo de Campos. Todo esto sin citar a los escritores fundacionales como Euclides da Cunha, el magnífico creador de Los sertones, o Mário de Andrade.Jorge Amado, a sus más de 80 años, lleva sobre sí la gloria de una larga y caudalosa carrera literaria -una treintena larga de fábulas- que empezó transitando los caminos del realismo de denuncia (valgan obras como Cacao y Sudor), para adentrarse después en territorios más imaginativos, etapa ésta cuya cima la representa, seguramente, Gabriela, clavo y canela, para muchos su obra maestra, que revolucionó la literatura en lengua portuguesa. Luego siguieron otros títulos que han tenido asimismo mucho eco; Amado es un gran escritor y además vende mucho: así, Doña Flor y sus dos maridos, Tienda de los milagros, Tereza Batista, cansada de guerra, etcétera.

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Jorge Amado: "El poder puede hacer del mejor hombre el peor de los hombres"

Con compromiso social o sin él, con política o sin ella, Jorge Amado ha convertido la materia brasileña de sus relatos, la materia del noreste brasileño, de su región natal de Bahía (folclore, ritos, supersticiones, mestizaje, subdesarrollo, lucha de clases, lucha también entre tradición y modernidad), en expresión literaria de alcance universal. El lenguaje inacabable, múltiple de registros, la mirada sabia sobre el espíritu humano (en especial el femenino), la capacidad para animar mundos y personajes, el sentido del humor y del erotismo, todo, en suma, confluye y se integra en una obra narrativa de considerables proporciones. Con Nobel o sin él. Qué más da.

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