Jorge Amado: "El poder puede hacer del mejor hombre el peor de los hombres"
El novelista brasileño presenta su última novela y unas memorias de humor y tristeza
"Nací en cuna rica, con una flor en el culo y una estrella en el pecho, la suerte me acompaña, tengo el cuerpo cerrado para la envidia, la intriga no me ata los pies, soy inmune al mal de ojo. La vida me dio más de lo que le pedí, merecí y deseé". A los 83 años, Jorge Amado cumple todos los requisitos que podrían esperarse de un brasileño escritor, humanista, mundano, con corbata coloreada y un castellano carioca que habla de Pelé y pronuncia 'fuchibol'. Amado presentó ayer en Madrid dos libros: una novela y unas memorias de las que sobresalen ciertas enseñanzas, como la desconfianza hacia el poder, una fiebre que "puede hacer del mejor hombre el peor de los hombres".
Las memorias Navegación de cabotaje (Alianza Tres) y la novela De cómo los turcos descubrieron América (Ediciones B) dan prueba de la fecundidad y la energía de Jorge Amado, que vino acompañado por la también escritora Zélia Gattai, su mujer desde hace 50 años -"He tenido algunos privilegios en mi vida, pero de todo, lo mejor es esta señora que está aquí a mi lado", dice Amado-.Navegación de cabotaje se subtitula Apuntes para un libro de memorias que jamás escribiré. Y así es el texto, a base de recuerdos fragmentados y entrecruzados con humor. "No creo que el humor sea cosa de juventud, que es cuando vivimos de una forma ardiente y estamos llenos de pasión y de ideas", afirma. "El humor viene con la edad. Mis primeros libros no lo tenían: eran terribles, violentos y generosos, pero el humor vino mucho más tarde. Este libro tiene humor pero también tristeza. Alegría, tristeza. El retrato de mi vida".
La biografía de Amado tiene sombras y luces. Recibió el premio Stalin, pero supo antes que muchos cómo era el personaje. En 1953, en Moscú, pidió que le leyeran unos grandes titulares de Pravda. La importante noticia anunciaba un infame compló norteamericano para asesinar a Stalin. ¿Los culpables? Los eminentes médicos del Krerrilin, "todos ellos judíos", informaba Pravda.
"No sé si hay receta contra el fanatismo", dice ahora Jorge Amado, que también vivió en China las purgas contra sus amigos intelectuales a manos de Mao. "Para mí la travesía ha sido bastante difícil y cruel desde que tuve la primera duda sobre las cosas que habían marcado y decidido mi vida. No sé vi cuándo pude decir que estaba curado, pero fue poco a poco, de una forma muy dolorosa, muchas veces intentando engañarme a mí mismo. Pero aprendí algunas cosas: que el ideal, el deseo de cambiar el mundo, debe ir aparte de las ideologías, que son para la toma del poder. Y yo no soy nada simpatizante del poder, que puede hacer del mejor hombre el peor de los hombres".
Inmunizado lentamente contra los radicalismos, Amado explica que la caída del comunismo fue más terrible para su generación "por lo que había significado ese mundo". "Pero no creo que lo que pasé signifique la última batalla entre el capitalismo y el socialismo , visto el capitalismo como situación perfecta y única", asegura. "Yo creo que el capitalismo es una porquería. Se basa en el engaño, el dinero, el lucro, y muchas veces conduce hacia la guerra y el racismo. Sigo creyendo en el socialismo y la humanidad marchará con el tiempo hacia él en un camino nuevo, hacia una sociedad menos injusta, menos mala y discriminatoria".
Intimidad y complicidad
El escritor de Cacao y Doña Flor y sus dos maridos, cuya inspiración literaria procede de la intimidad y la complicidad con la gente, expresa su fe en el diálogo frente al poder. "Yo comprendí, antes de que se viniera abajo aquel bloque, que sin democracia no puede haber socialismo", afirma. "Sin democracia siempre hay dictaduras (de izquierdas, de derechas, militares). Y las dictaduras son una mierda, si se me permite la expresión. Creo en un socialismo donde se pueda discrepar, donde no haya que reverenciar a un hombre en el poder al que se identifica con Dios o con tu padre".
Y Amado no excluye al régimen de Fidel Castro de sus críticas, aunque defendiendo algunos logros. "No se puede comparar la situación de la infancia en Brasil con Cuba, o la salud pública. Se exagera mucho también con esto, pero hay una realidad y se han hecho cosas muy buenas. Ahora bien, es una dictadura, no se puede fundar un partido político ni tomar una posición pública para criticar al Gobierno o a las personalidades del poder. Yo sería feliz si Cuba encontrara una salida para continuar el trabajo social en democracia".
Babelia
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