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Enseñanza del arte: un debate necesario

Si consideramos la experiencia del arte como una base importante para el desarrollo de la sensibilidad de una sociedad, la atención a una correcta planificación de la enseñanza de estas disciplinas debería ser tomada más en serio de lo que habitualmente lo hace el Ministerio. Hablar de lo que significa hoy enseñanza del arte nos conduce a un debate amplio en el que cabría plantear, en primer lugar, un análisis diferenciado de las orientaciones propuestas para la enseñanza de la música, las artes plásticas o las artes escénicas desde la escuela hasta la enseñanza superior.Este debate es absolutamente necesario para lograr una buena educación en el arte, tanto para los que mañana serán profesionales de la música, la escena o la plástica como para los que serán espectadores naturalmente críticos del suceso artístico. Para avanzar en ello hace falta, sobre todo, que la cuestión interese, y el actual estado de las cosas indica hasta qué punto interesa o preocupa el asunto a quienes tienen la responsabilidad de planificar.

A la inexistencia o precariedad de planteamientos al respecto en la enseñanza primaria sigue un bachillerato artístico cuyos resultados -que contrastamos habitualmente en las facultades- no responden a lo que de ello debería esperarse. En la enseñanza superior nos encontramos además con una situación desde la que no es posible creer en una adecuada enseñanza del arte, dado el perfil a que conduce la orientación de los estudios.

Si la ortopédica conversión de las escuelas superiores de Bellas Artes en facultades consistió en una adaptación fundamental de intereses internos y no un replanteamiento de la cuestión, las directrices ministeriales para los planes de estudio han caminado siempre en este sentido: aparecen como escasamente innovadoras y orientadas en exceso a lo que consideramos disciplinas tradicionales del arte, dejando poco margen al desarrollo de nuevos soportes artísticos, especialmente en el primer ciclo. Un ejemplo: los créditos troncales constituyen la columna vertebral de los estudios y se centran en disciplinas como pintura, dibujo y escultura, correcto, pero se olvidan de las disciplinas audiovisales, que presentan hoy un serio interés para los nuevos estudiantes. Su demanda masiva es una realidad, y no verlo es un grave error. Lo mismo sucede con otros soportes unidos al desarrollo del universo técnico, que deberían jugar un papel más relevante en nuestros estudios y que hoy nos demandan las nuevas formas de la cultura. Este es un ejemplo de los problemas que tienen hoy nuestros centros para situarse en la realidad universitaria y artística.

Otros, también importantes pero de carácter más interno, serían una excesiva rigidez en las fórmulas de contratación de artistas, grave desconsideración en la evaluación de la actividad investigadora por falta de criterios específicos, nuevas titulaciones -restauración y diseño- sugeridas al ministerio, precariedad en el impulso de programas de investigación y convenios con instituciones o empresas para ayudar a jóvenes artistas, etcétera.

El pragmatismo de la política universitaria abandona a su suerte a una enseñanza del arte que ha de luchar para eludir un nuevo academicismo, conseguir una mayor libertad en la oferta curricular a los estudiantes, a sumir posiciones más radicales y arriesgadas y sólo soñar con aquella identidad de lo moderno unida irremediablemente a la experiencia del arte. La lucha por reconocernos en un constante diálogo con el signo de los tiempos nos hace creer en una nueva enseñanza del arte, pero ¿quién nos oye?

Ignacio Oliva es decano de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha.

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