Contigo pan y cebolla
Alec Baldwin no acudirá a la inauguración del festival de San Sebastián de este año, a pesar de que el certamen se abre con su último gran éxito de público y crítica, The Shadow. Alec Baldwin no puede perder el tiempo en desplazamientos a festivales porque está muy ocupado en la tarea que se lleva lo mejor de su vida: leer guiones. Alec Baldwin es un hombre inflexible a la hora de elegir sus proyectos: huye como de la peste de aquellos que le pueden dar fama y fortuna y acepta sin condiciones los que no pueden llevarle a ninguna parte razonable.Alec Baldwin parece haberse empeñado en enviar su carrera al carajo y todo permite pensar que lo va a conseguir. Sí, estaba muy bien en el papel del asesino psicótico de Miami Blues. De acuerdo, su breve aparición en Glengarry Glenn Ross era espléndida. Pero eso sólo fueron dos errores en su camino hacia la autodestrucción. A él lo que realmente le gusta es rodar cosas que, como The getaway o The Shadow, le ayuden a irse definitivamente al infierno.
Su mujer, Kim Basinger, está en las mismas. Estaba muy graciosa en Cita a ciegas, de Blake Edwards. Y muy creíble en Fool for love, aquella adaptación de la pieza teatral homónima de Sam Shepard que dirigió Robert Altman. Pero de un tiempo a esta parte parece haber formado frente común con su flamante marido en la elección del mejor camino posible hacia ninguna parte. En la penosa película de Ralph Bakhsi Cool world, su alter ego de animación estaba mejor que ella. En el purulento thriller de Phil Joanou Análisis final competía con Uma Thurman y perdía (también es verdad que con el guión de Wesley Strick, hecho con trozos mal ensamblados de textos anteriores, no podían ni Richard Gere ni el propio Joanou, que con El clan de los irlandeses pareció que tenía futuro). En esa bolsa de basura disfrazada de película que fue Extremadamente peligrosa se las tuvo que ver con Russell Mulcahy, un tipo que donde pone el ojo pone la bala, alguien que debería estar dirigiendo vídeos musicales de Metallica y ser víctima de una orden judicial que le impidiera acercarse a menos de 10 kilómetros de cualquier estudio cinematográfico...
¿Sería la buena de Kim la responsable de que el odioso señor Mulcahy dirigiera el último fiasco de su marido, eso que abre la edición de este año de San Sebastián?. Pudiera ser. Lo que es indudable es que la carrera, al principio prometedora, de dos actores empezó a hacerse añicos en el momento en que decidieron contraer matrimonio. Mientras estén juntos no harán daño a terceros, ciertamente, y eso debe tener muy contentos a todos los actores y actrices a los que las cosas les van bien en estos momentos. Pero no deja de ser triste que una extraña maldición en forma de boda esté convirtiendo a Kim Basinger y Alec Baldwin en miembros honoríficos de la Pandilla Basura.
El amor, qué duda cabe, es un sentimiento hermoso, pero hay veces que puede volverse en contra de quienes lo experimentan. Antes de casarse, todo iba muy bien para Kim y Alec. Después, la catástrofe. Todo empezó con Ella siempre dice sí, comedia pretendidamente chispeante que, curiosamente, no tenía ninguna gracia. Luego vinieron las obras maestras citadas en los párrafos precedentes. Como traca (de momento) final en la búsqueda conjunta del fracaso llegó The getaway (próximamente en su videoclub), ese remake de la pelicula de Peckinpah. en la que Kim y Alec podrían haber brillado con luz propia gracias a sus antecesores en el cargo: Ali MacGraw nunca fue una actriz y lo mejor que se puede decir del difunto Steve McQueen como actor es que era un notable motorista. Ni por ésas. Nadie fue a veria en Estados Unidos y los críticos la masacraron.
¿Quién gana en la supuesta competencia matrimonial hacia el desastre más rutilante? Sin duda alguna, el marido. Alec Baldwin no sólo ha destrozado su carrera, sino que ha contribuido poderosamente a afianzar la de Harrison Ford al rechazar papeles como el del analista de la CIA Jack Ryan en Juego de patriotas o el del doctor Richard Kimble en El fugitivo. Estoy convencido de que en casa de los Ford no hay plegaria previa a cada comida familiar que no incluya una súplica a la divinidad para que preserve la salud de san Alec Baldwin.
¿Qué hará este hombre después de The Shadow? ¿Con qué nos sorprenderán él y su querida esposa en los meses venideros? ¿Qué nueva catástrofe artisticocomercial estarán tramando en estos mismos momentos? Y, sobre todo, ¿qué extraña angustia vital anida en su búsqueda de la autodestrucción?
Babelia
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