Arafat se instala definitivamente en Gaza
Yasir Arafat llegó ayer a Gaza para instalarse definitivamente en Palestina. Tomó el mismo trayecto que le llevó desde Egipto a la franja de su patria dos semanas atrás, pero esta vez no hubo multitudinaria bienvenida. Sólo unas decenas de personas aplaudieron y arrojaron besos distantes a la caravana de seis Mercedes que recorrió los 32 kilómetros entre el cruce fronterizo de Rafá hasta el flamante hotel Palestina, un modesto bloque de cinco pisos en primera línea de la playa de Gaza, de espaldas a la miseria de la también flamante y recién estrenada autonomía palestina.
Arafat llegó a Gaza sin festejos. Con una agenda esencialmente doméstica. Lo primero que hizo fue dar razón a los palestinos cansados de tanta cita con la historia y ansiosos por ver un cambio real en el terreno. El lider de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se convirtió ayer, técnicamente, en el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el Gobierno de Gaza y Jericó, por lo que tendrá menos oportunidades de dedicarse a la ideología, ya que los problemas son muchísimos y apremiantes. Arafat, tras un cuarto de siglo de trotar el mundo pidiendo solidaridad, y justicia, ayer comenzó a hablar de la urgencia de dotar de electricidad, agua potable y alcantarillado a la franja de Gaza.Arafat debió descubrir ayer, entre otras cosas, que ya no es noticia, y que debe coexistir con el escepticismo de su propia gente. Su llegada quedó eclipsada por otro acontecimiento de importancia mayor en la escena regional: siguiendo el ejemplo de la OLP, Jordania va a entrar en negociaciones directas con Israel, alejándose del concierto que desde hace años trata de organizar Siria.
Pocos son los israelíes que no celebran esa aproximación que quedará consagrada el lunes con la primera entrevista pública entre representantes de la monarquía hachemí e Israel. El ministro de Exteriores israelí, Simón Peres, y el primer ministro jordano, Abdel Salam Mayali, hablarán y posarán para los fotógrafos en una tienda de campaña en Ein Avrona, un inhóspito descampado en el lado israelí del desierto de Arava
Christopher entra en escena
Como maestro de ceremonias, o más bien como padrino de un encuentro hasta no hace mucho impensable, actuará el secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher. Su aparición proveerá de argumentos capaces de refutar la renuencia de Estados Unidos a ayudar rápidamente a la alicaída economía jordana mediante la condonación de cuantiosas deudas y el atractivo elemento de un significativo impulso al obsoleto aparato militar del rey Hussein.Ayer, jordanos e israelíes se felicitaban del prometedor color que está adquiriendo el panorama político y económico en ambas orillas del bíblico y divisivo río Jordán.
Peres será el primer representante del Gobierno israelí en encontrarse abiertamente con una autoridad jordana. Altos funcionarios de ambos países, incluyendo el rey Hussein, han mantenido contactos secretos durante años. La reunión en el desierto común marcará sin duda un hito que inspira anticipadamente esperanzas de un acuerdo de paz similar al que ha permitido el retorno de Arafat a sus diminutos enclaves autónomos. Simbólicamente, Israel va a discutir (y probablemente aceptar) las demandas territoriales de Jordania sobre 360 kilómetros cuadrados -una superficie siete veces más grande que la de Jericó- en la región de Arava.
Esa disputa, que permanecía prácticamente en la incógnita, será seguramente superada. Ello permitirá que ambos países comiencen a dialogar sobre cuestiones de fondo, no sólo de intercambio comercial, proyectos conjuntos de desarrollo y planes de beneficio mutuo.
Según diplomáticos israelíes, la cita también allanará el camino para una cumbre entre el primer ministro Isaac Rabin y el rey Hussein. A partir de ello, en los subterfugios que protegen a los intereses reales podría comenzar a proyectarse una visita del monarca jordano a Jerusalén, antes de que los discursos y las inciertas circunstancias políticas regionales añadan peso a las demandas de Arafat, para ir a orar a la mezquita de Al Aksa, en el corazón de Jerusalén.
Si el rey Hussein logra convertirse en el embajador de su pueblo en la ciudad santa, será indudablemente más fácil romper con la barrera derechista y sionista que todavía se antepone a la idea de ver a Yasir Arafat en Jerusalén, ciudad que para palestinos e israelíes fue, es y seguirá siendo su capital eterna.
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