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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Medicina sin marca

¿POR QUÉ destinar 500 pesetas del presupuesto público a una medicina contra la gripe, la bronquitis o la úlcera de estómago si existen otras de la misma eficacia terapéutica que sólo cuestan 300? Cuando lo barato no es enemigo de lo bueno es una necedad pagar más por algo que no es mejor. Y un despilfarro, si lo que se gasta de más es dinero del contribuyente.De acuerdo con ese criterio, el Insalud ha distribuido un listado actualizado de genéricos para su prescripción médica en la sanidad pública. La iniciativa puede ser el comienzo de una nueva cultura de consumo de fármacos en España. Campo hay para ello si se tiene en cuenta que el uso de genéricos entre los españoles apenas llega actualmente al 2%, frente al 10% en el Reino Unido, el 13% en Alemania y el 20% en Dinamarca, por no hablar del 50% en EE UU.

Naturalmente, el objetivo del Insalud es frenar el aumento de la factura farmacéutica en España, que sigue representando el 20% del gasto sanitario. Ese porcentaje está relacionado con causas objetivas: incremento de la población protegida, aumento de la esperanza de vida, posibilidad de tratar un mayor número de patologías... Pero también responde a una utilización exagerada y a veces abusiva del medicamento subvencionado por la sanidad pública. En cualquier caso, no sólo en tiempos de crisis económica resulta gravoso mantener un crecimiento anual del gasto farmacéutico superior al 15%.

La racionalización del gasto, la fijación de prioridades en las prestaciones, la gestión transparente y descentralizada son orientaciones de política sanitaria que hoy muy pocos se atreven a cuestionar: ni siquiera los especialistas en fustigar al mismo tiempo la calamidad del déficit público y las medidas que intentan remediarla. De no haberse tomado medidas a tiempo, la factura pública por medicamentos habría superado en 1997 el billón de pesetas. En 1993, ese incremento del gasto farmacéutico se redujo por primera vez (un 7% respecto a 1992), sin que haya afectado a la calidad de la prestación.

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Como ocurrió con anteriores medidas de reducción del gasto farmacéutico, y muy especialmente con el decreto de financiación selectiva de medicamentos, es lógico que los grandes laboratorios vean con prevención el estímulo al consumo de genéricos en detrimento de las marcas. Pero si la medida es buena, tanto desde el punto de vista económico como terapéutico, lo que habría que intentar es que su puesta en práctica fuera lo más beneficiosa para médicos y pacientes mediante una información clara y objetiva de precios y ventajas entre marcas y genéricos.

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