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Los haitianos creen que el bloqueo no doblegará a Cédras

La sensación que ayer se respiraba en Haití era la de un país impotente y cuya opinión, la de la mayoría de la población, no ha sido tenida en cuenta por la comunidad internacional antes de aplicar las sanciones decretadas por las Naciones Unidas. El bloqueo naval, que la pasada medianoche cumplió sus primeras 24 horas, empezará en cuatro días a hacer efecto sobre el transporte, tanto de mercancías como de pasajeros, y sobre la poca producción industrial aún activa, al no poder resistir el país mantenerse con las actuales reservas de combustible.

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Una profesión vejatoria

La fragata británica Active se sumará a la fuerza marítima internacional que pretende garantizar el embargo naval de Haití, según informaron ayer fuentes del Ministerio de Defensa del Reino Unido. Este navío, que ya se encuentra en aguas caribeñas, se unirá a los buques de guerra de Estados Unidos, Canadá, Francia y Argentina. Holanda también expresó ayer su disposición a participar en el bloqueo.Diplomáticos de EE UU en Haití indicaron ayer que los buques permanecerán a tres millas de las costas de este país caribeño, mientras el Pentágono anunciaba que un barco procedente de Belice había sido detenido e inspeccionado en la primera acción del bloqueo naval.

"Los ricos serán más ricos y los pobres más pobres". Esta era una de las frases que con más insistencia circulaba ayer entre las clases populares de Haití, el país más pobre del hemisferio occidental. El problema de Haití no es su actual Gobierno de civiles, constituido el pasado 2 de septiembre con la anuencia de Jean-Bertrand Aristide, su presidente en el exilio, sino una pandilla de militares corruptos, el verdadero poder del país, parapetados tras una banda de matones, pistoleros y sicarios que se hacen llamar neoduvalieristas y que defienden al mismo tiempo los intereses de algunos privilegiados y tiranos de piel clara, sean mulatos o de origen árabe.

La gente en Haití piensa que los intereses individuales de los militares de Michel François, el terrorífico y sanguinario jefe de policía de Puerto Príncipe; Raoul Cédras, comandante general de las Fuerzas Armadas que encabezó el derrocamiento de Aristide; y Philippe Biamby, jefe del Estado Mayor del Ejército, están más que a salvo. No hace falta que se bloqueen las cuentas corrientes de cada uno de ellos en Estados Unidos porque de todos es sabido que, en apenas unos días, pueden perfectamente restituir esos fondos.

Uno de los mayores negocios de los militares haitianos es precisamente la protección del narcotráfico. Haití es como un portaaviones en medio del Caribe, donde aterrizan y despegan avionetas que cubren la ruta de la droga entre América del Sur y Estados Unidos. Pueden quedarse unas horas, unos días y unas semanas, según el peligro que exista a la vista, pero cualquiera de estas estancias, así como el depósito y el cuidado temporal de la mercancía, tiene su tarifa.

Precio también tiene el control del contrabando, el gran negocio de Haití en los dos últimos años de embargo y la gran burla que se le ha hecho a Estados Unidos y a la comunidad internacional en este mismo tiempo. La única carretera que ha sido asfaltada en el país desde que fue derrocado Aristide es la que une la capital, Puerto Príncipe, con la frontera terrestre de Malpasse-Jimani, que conduce a la República Dominicana. Por allí, bajo control del Ejército y la policía, que en Haití constituyen una unidad, han venido entrando petróleo, alimentos y todo tipo de productos necesarios para hacer funcionar el país. Por esa misma frontera han salido también las divisas.

Haití importa el 73% de su consumo, incluido el papel higiénico, que sólo usan los ricos y que procede de las Antillas holandesas. El negocio del contrabando es redondo: los comerciantes de origen árabe repartidos por todos los puertos del Caribe (excepto Cuba), son los que lo traen y los militares y policías los que autorizan su paso.

Beneficios dominicanos

Hay un tercer beneficiado: la República Dominicana del anciano Joaquín Balaguer, que ha visto en este tipo de negocios una inesperada y espléndida oportunidad para tener calmados a sus hambrientos habitantes de la frontera, hoy ya con trabajo, y de poder contener, a través de sus connivencias con los militares de Haití, cualquier éxodo masivo de habitantes a la parte de habla española de la isla.También se ha encontrado con un buen mercado de necesidades donde hacer llegar fácilmente los productos de la República Dominicana.

Paralelamente a estos militares están los terroríficos attachés (agregados), la fuerza parapolicial neoduvalierista creada en estos dos últimos años a semejanza de los sanguinarios tonton macoutes creados por el dictador François Duvalier. A cambio de su lealtad, obediencia y entrega, se les ha hecho copartícipes del control de la alcaldía, las instalaciones portuarias, una parte de la telefónica, la Organización Nacional de Seguros (ONA) y la compañía eléctrica, así como de otras instalaciones oficiales del medio rural. Los attachés son los que le garantizan a los militares el régimen de terror sin que se vean obligados a dar la cara. Son aproximadamente unos 2.000 individuos armados con pistolas o metralletas.

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