Imágenes contra la explotación de 200 millones de niños en todo el mundo
Una fotógrafa y la OIT exponen el sufrimiento de los menores
Cerca de 200 millones de menores trabajan en el mundo, en un régimen que a menudo raya con la esclavitud, la explotación inhumana y la falta de cualquier tipo de protección social, incluida la médica. La fotógrafa francesa Marie Dorigny ha reflejado en su libro Niños en sombras, publicado en asociación con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la miseria, el sufrimiento y la explotación de cientos de menores en India -que registra la mitad de los niños trabajadores del mundo-, Egipto, Colombia, Estados Unidos y Rusia.
Se da la circunstancia de que la mayoría de los países que toleran el trabajo infantil dentro de sus fronteras han ratificado la convención 138 de la OIT, que prohíbe el trabajo de los menores de 16 años. Según la OIT, las fotografías de este libro no pretenden formular acusaciones individuales, sino concienciar sobre la existencia de este problema mundial que se extiende desde los ricos valles agrícolas californianos, donde familias enteras trabajan en las labores del campo, hasta las formas de esclavitud practicadas en la India o la nueva realidad social emergente de las cenizas del comunismo en la antigua Unión Soviética, en la que los menores son las primeras víctimas.La elección de los sectores donde se utiliza esta mano de obra barata no ha sido casual. La fabricación de alfombras y la recolección de la flor del jazmín por la noche, cuando desprende su mejor aroma para embriagar la fina nariz de Occidente, y que encontramos en las mejores tiendas de las ciudades de los países industrializados en forma de artículos de lujo, llevan la impronta infantil.
Acostumbrada a captar con su cámara instantáneas que reflejan la situación de los campos de refugiados kurdos, la vida en Rumania o los niños con sida, a Dorigny le han impresionado vivamente las condiciones infrahumanas en que viven los pequeños en la elaboración de las alfombras en India, que en la mayoría de los casos han sido comprados a sus paupérrimas familias por un puñado de rupias.
Las promesas de educación, alojamiento y formación que los empresarios hacen van cayendo poco a poco en saco roto para convertir a estos pequeños en los nuevos esclavos de nuestro orden económico. No sólo tendrán que devolver el dinero adelantado a sus familias, sino que el telar con la alfombra será la única imagen al alcance de sus ojos en una sucesión interminable de horas, y su polvo, en el oxígeno de sus pulmones, dice Dorigny.
Cerca de 50.000 niños trabajan en la industria del vidrio en la ruta que lleva al Agra y al Taj Mahal, a 100 kilómetros al sureste de Delhi, también en1a India, en grandes plantas de producción y en centenares de pequeñas empresas familiares que emplean a sus propios hijos. Sentados en la tierra junto a las llamas de los mecheros, los niños transpiran para obtener al final de la larga jornada una decena de rupias: lo mismo que pagará un turista por un solo brazalete en las boutiques de la capital.
Dorigny se muestra esperanzada por el gesto del Gobierno de India, que va a vigilar el cumplimiento de la normativa laboral por la que se prohíbe el trabajo infantil, realizado tras las numerosas acusaciones efectuadas en los últimos meses.
Pequeños sin infancia
Los curtideros de El Cairo, con sus nauseabundos olores, la excavación de la arcilla para la fabricación de ladrillos en Bogotá, la extracción del carbón en las minas colombianas de Boyacá, las cerrajerías de la India o las calles de Moscú, cada vez más pobladas de niños y niñas sin hogar, expuestos a la prostitución y a la mendicidad, están también habitados por "pequeños, adultos sin infancia".Menores que, al mismo ritmo que su vista, sus pulmones y su cuerpo, se deterioran por los pesados y peligrosos trabajos, ven desaparecer la esperanza del retorno a casa, de un salario mejor y de una vida digna... que no sobrepasará los 40 años, en el mejor de los casos, según la OIT.
"Cuando vas a fotografiar en algunos países los centros donde trabajan menores, nadie se sorprende, pues el trabajo infantil es muy habitual y arraigado en sus costumbres", señala Dorigny. En cambio, en otros, como Colombia, existen cooperativas del Gobierno que persiguen y castigan a los empresarios que utilizan "la miseria de la gente para llenarse los bolsillos", añade.
La mano de obra barata, la falta de rigor o la inexistencia de medidas de seguridad y de cobertura social en el trabajo, así como la carencia de normativas para preservar el medio ambiente en la mayoría de los países del Tercer Mundo, está originando un éxodo masivo de empresas occidentales hacia esta región, en busca de mayores ganancias.
La utilización de mano de obra infantil permite, además, obtener pingües beneficios. A los bajos o inexistentes salarios que se les ofrece, hay que añadir su docilidad y la ausencia total de cobertura social, que permite que, cuando deje de ser útil por accidente o enfermedad originados, en la mayoría de los casos, por el trabajo que realizan, no reciban ni tratamiento médico ni indemnización alguna. Cuando está en juego la supervivencia de una familia, todos deben arrimar el hombro para apuntalarla. Pero la pobreza no es la única razón que empuja a los menores a la vida laboral: muchos pequeños trabajan porque no tienen el derecho a la educación garantizado, no hay escuelas o son muy caras, según la OIT.
La solución pasa por la escolarización a nivel nacional, lo que repercutirá en la mejora de los salarios de los adultos que actualmente reciben la mitad en las zonas donde hay mano de obra infantil. A pesar de las buenas intenciones manifestadas reiteradamente por los Gobiernos de la mayoría de los países que acuden con prontitud a las cumbres internacionales promovidas por el sistema de Naciones Unidas, y por tanto por ellos mismos como miembros de esta comunidad de naciones, todavía serán precisas décadas para solucionar este problema.
"Quienes tienen la suerte de poder vivir en las partes más prósperas de nuestro mundo no deberían dejarse llevar por la complacencia", alerta la OIT.
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