Un grupo de expertos olerá oficinas europeas para combatir el síndrome del edificio enfermo
Imitando a los catadores de vinos o los oledores de perfumes, un grupo de personas entrenadas irrumpirá en oficinas de nueve países europeos y comenzará a oler paredes, moquetas y conductos de ventilación. Son los nuevos oledores de los llamados edificios enfermos, que afectan de un 15% a un 20% de todos los edificios de Europa occidental, EE UU y Canadá, según ha publicado The Wall Street Journal. La Organización Mundial de la Salud define el síndrome de edificio enfermo como un exceso de irritaciones de las membranas nasales y piel relacionadas con el trabajo, dolores de cabeza, fatiga y dificultad de concentración. No se conocen aún las causas exactas, pero sí la solución: abandonar el edificio.
Dentro de un proyecto de 211; millones de pesetas, financiado por la CE, este grupo de expertos, dirigido por Philomena M. Bluyssen, una danesa de 29 años, intentará demostrar durante varios años cómo es posible medir con la nariz la intensidad de un olor. Así, estudiarán la calidad del aire interior de seis edificios de oficinas en cada uno de los siguientes países: Reino Unido, Dinamarca, Francia, Grecia, Suiza, Finlandia, Bélgica, Noruega y Holanda. Una vez recopilados los datos, Bluyssen y sus colegas editarán un manual sobre cómo investigar las fuentes de aire sucio."No hay instrumentos científicos que puedan predecir cómo reaccionan las personas a una muestra de aire, excepto la nariz", explica el ingeniero industrial Alberto Viti. En los años ochenta, el profesor Ole Fanger, de la Universidad Técnica de Dinamarca, ideó un camino para cuantificar lo que su propia nariz podría llegar a saber sobre el aire inhalado. En unas jornadas celebradas en Madrid sobre este asunto, Viti preguntó a Fanger cómo podría conocerse la calidad de una moqueta. "La coges y la hueles", dijo Fanger. El proyecto europeo probará ahora el método.
Bluyssen sólo acepta personas entre 18 y 30 años para formar parte de su panel de expertos oledores, ya que, en su opinión, por encima de esta edad se ha pasado la cumbre de capacidad olfativa. Estas personas deben trabajar sin interferencias olfativas, por lo que desde el día anterior no podrán comer ajo ni usar perfumes.
'Olfs' y 'decipols'
Sus inhalaciones serán expresadas en olfs y decipols, dos medidas creadas por Fanger. Un olf es igual a la contaminación que produce una persona en unas condiciones de trabajo normales. "Una persona que transporta una carga pesada son tres olfs y una que fuma 1,2 cigarrillos por hora seis olfs. Será obligatorio dejar de fumar en los locales cerrados", indica Viti.Un decipol equivale al aire contaminado causado por una persona sentada en una habitación ventilada por 10 litros de. aire limpio por segundo. Con esta medida es posible determinar el número de personas insatisfechas en función de la calidad del aire. "Una ciudad en buenas condiciones", continúa Viti, "tiene una contaminación de menos de 0,1 decipol, y una ciudad media, 0,2. Madrid, en algunos días, ha estado en 0,5; pero dentro de los locales podemos estar entre uno y dos decipols".
"Si consideramos que un porcentaje altísimo de la población del mundo occidental suele pasar hasta el 90% de su tiempo en sitios cerrados, es difícil entender la preocupación por la calidad del aire interior", dice Fernando Igualador, de la empresa Cristalería Española.
Las normativas de casi todos los países occidentales están siendo objeto de revisión, ya que actualmente la mayoría sólo tiene en cuenta la concentración de dióxido de carbono producido por el metabolismo humano a la hora de renovar el aire interior de los edificios. Es decir, "a tantas personas, tanto caudal de aire", aclara Viti, para quien este planteamiento era válido mientras el mayor agente contaminante era el hombre. "Ahora hay otros elementos que contribuyen a la contaminación interior y esto ya no sirve", continúa. Es previsible que a finales de este año o principios de 1994 se dicte una directiva que obligue a los países comunitarios a establecer nuevas normas.
Ya se han determinado al menos 56 elementos típicos en los edificios susceptibles de provocar contaminación ambiental, como fibras de yeso, polvos producidos por hormigones, moquetas, barnices o la madera de los muebles. "Pero cuando hablas de edificios de oficina hay otros elementos adicionales -papel, equipos ofimáticos...- que aumentan dicha contaminación", aclara Igualador.
Para Viti, el problema está en la existencia de muchos focos contaminantes. "Es fácil juzgar un solo gas en un laboratorio, pero cuando hay más de 800 elementos contaminantes que interaccionan entre sí, no hay ningún instrumento que pueda medirlo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Oficinas
- Edificios enfermos
- Política vivienda
- Salud mental
- Política ambiental
- Conservación vivienda
- Centro negocios
- Vivienda
- Contaminación
- Bienestar social
- Unión Europea
- Protección ambiental
- Medicina preventiva
- Problemas ambientales
- Política social
- Medicina
- Organizaciones internacionales
- Política sanitaria
- Urbanismo
- Economía
- Relaciones exteriores
- Sanidad
- Finanzas
- Medio ambiente
- Sociedad