Por amor al arte
Alberto Oliart descubrió el cine en su adolescencia, junto a sus amigos y compañeros de la Universidad de Barcelona, donde estudiaba Derecho. "Para nuestra generación, después de la guerra, ir al cine era abrir la ventana. El libro y el cine eran nuestros escapes. Hablo de los tiempos de la Universidad, de nuestro grupo, de Carlos Barral, de Jaime Gil de Biedma, de Josep Maria Castellet, de Alfonso Costafreda, de Joan Raventós... íbamos al cine porque nos daba otra dimensión de la vida, nos abría otro mundo, como dicen los hermeneutas, frente a la España de los años cuarenta". Por eso y porque lo considera una obligación moral ha aceptado, por amor al arte, ser presidente de la Fundación Procine. "Corno no cobro nada, aún lo hago con más gusto. Yo, los asuntos lobbies de verdad los hago en el despacho, donde llevo asuntos jurídicos y cobro mi minuta de abogado, y fuera, a otra cosa, mariposa. He aceptado el cargo, primero, porque me entusiasma el cine, y segundo, porque creo que el cine es básico para la identidad nacional española y también para la identidad individual. Para mí, de joven y ahora, significa un mundo de libertad".La Fundación Procine es un lobby? "Sí, para apoyar al cine español. A mí no me gusta mucho lo de lobby, sobre todo cuando haces cosas tan claras y transparentes. En el caso de Procine, no es un grupo de presión para conseguir ventajas económicas particulares de los que lo forman, sino para el cine español en su globalidad. En realidad, somos una especie de tábano que marea para conseguir algo. Nuestro objetivo es ser un catalizador. Aunque hayamos podido molestar a alguien de la Administración, pues ya se sabe que están en otras inercias, en otras dinámicas, a la larga es bueno que exista el agitador. Como decía Unamuno: "Yo he venido aquí a molestar'. Ésa es la obligación de esta fundación".
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