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El mandato

Mientras la gente seguía haciendo cola en los colegios electorales, los activistas repartían en las esquinas de las calles de Nueva York panfletos que decían: "Bill Clinton ya ha cambiado Estados Unidos". Y hay algo de cierto en esto, porque la percepción que la gente tiene de su propio país ha variado ciertamente durante la campaña electoral y esto ha sido mérito de Clinton. Sin duda, la gente sabía que gana menos que hace años, que tiene más motivos que antes para preocuparse por quedarse sin empleo o por caer enferma, que cada vez resulta más difícil dar a sus hijos una buena educación; y sabía que estaba verdaderamente descontenta. Se habló mucho de estos temas. Pero estos temas se consideraban desastres naturales que deberían ser previstos y también resueltos por expertos. Lo único que la gente corriente realmente sabe de la economía es la cantidad de impuestos que paga. Por consiguiente, el único remedio controlable frente al empobrecimiento consiste en pagar menos impuestos. Pero, de repente, aparece un candidato que les dice que los asuntos económicos no son sólo económicos en cuanto a su naturaleza. La adversidad económica no e! como un desastre natural; se puede hacer algo al respecto. El país en general va por el camino equivocado. Hay que llevarlo por el buen camino, y eso implica un cambio. Sin embargo, la recuperación de la economía depende también de cambios no económicos, de cambios en la política oficial, en las prioridades políticas: incluso es posible que sea necesaria una buena cantidad de gasto público.Es bastante cierto que los temas económicos han sido decisivos en estas elecciones. Pero no de manera directa, no de una forma sencilla, como muchos comentaristas pretenden hacernos creer. Los. votantes no han emitido sólo votos de protesta contra la mala gestión económica de Bush, sino, sobre todo y principalmente, votos de confianza a una política más amplia y más general, que mejorará la situación de la gente en general, no sólo desde el punto de vista económico. Clinton pretendía obtener no sólo votos, sino también participación. Y lo ha conseguido. El índice de participación fue extremadamente elevado en estas elecciones; la gente consideró que esta vez era importante acudir a las urnas. No eran unas elecciones centradas en la moral (como en el caso de Carter), ni en el carisma de un candidato (como en el caso de Reagan), ni en la continuidad (cómo en el caso de Bush); se trataba de una visión política, como en 1964. Es cierto que, esta vez, la visión política es aún imprecisa; pero-está ahí. El resultado de las elecciones ya ha puesto de manifiesto un cambio en la percepción que los estadounidenses tienen de su país. Ellos decidieron que su nación y su democracia fueran una nación y una democracia en constante evolución. Por consiguiente, han decidido recuperar el viejo valor del método del tanteo. Llega un momento en que uno debe probar cosas nuevas. De hecho, sea cual sea la opinión que nos merezca Ross Perot, también él insistió en el mensaje de cambio ante su audiencia televisiva. Según algunos sondeos, al final de la campaña sólo el 13% de la población consideraba los impuestos como una cuestión decisiva. El cómo y en qué se gastará el dinero de los contribuyentes se convirtió en el tema principal.

Como dijo Maquiavelo, se necesitan dos cosas para la victoria: virtud y buena fortuna. Sin buena fortuna ninguna virtud puede vencer. Hace cuatro años, el mensaje de Clinton se habría perdido. La gente quería estabilidad, no cambio. Estabilidad significaba también seguridad; significaba sobre todo y principalmente seguridad frenteal poderío militar de la Unión Soviética y frente a los peligros de la sovietización de Latinoamérica. También significaba estabilidad económica. En tercer lugar, significaba ley y orden. La Administración republicana prometía todo eso.

La primera promesa dejó de tener sentido; ya no existe la Unión Soviética. Y, lo que podría ser casi tan importante para los norteamericanos, las dictaduras de Latinoamérica están en proceso de disolución, y los movimientos totalitarios (tanto de izquierdas como de derechas) han quedado marginados. La amenaza ha desaparecido; ya no es necesario tener miedo al cambio; si algo va mal, se puede replantear.

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La segunda promesa no se cumplió a la larga. La recesión económica ya se había iniciado en la época de Carter. Pero entonces, una tecnología supermoderna relacionada con la industria militar hizo posible una rápida recuperación. La competencia en el sector de la alta tecnología militar y la continuidad de la recesión a nivel mundial contribuyeron a la caída de la Unión Soviética. Pero la caída de la Unión Soviética hizo que la recesión volviera a Estados Unidos. Ahora el cambio económico no sólo es posible, sino que es obligatorio.

La tercera promesa se redujo a nada en los disturbios de Los Ángeles. La violencia de las clases deprimidas puso de manifiesto que la gente no puede dormir tranquilamente en las zonas residenciales mientras los vagabundos ocupan las calles y un 10% de los norteamericanos se va a la cama con hambre. La gente comenzó a pensar que ya era hora de que se produjeran cambios en el sistema de bienestar social.

Fue en este contexto en el que el mensaje de cambio logró abrirse camino. Y fue mérito de Clinton el presentar su mensaje con claridad, a pesar de que su visión del futuro de Estados Unidos siga siendo imprecisa. No tenemos una idea clara de en qué consistirán realmente sus programas (poÍ ejemplo, con respecto a la reforma del sistema educativo o de los servicios sanitarios), pero tenemos una idea bastante clara del espíritu en el que serán concebidos. Este espíritu transmite el mensaje de que el que exige derechos también tiene que cumplir unos deberes, que el interés público se antepone al interés privado, y que la verdadera igualdad.política y la participación de todos son condición para la ejecución de su programa de cambio. Forma parte de este espíritu el que siempre hable de su compañero cuando se refiere a Al Gore, el vicepresidente- electo; este espíritu sugiere que, siempre que sea posible, las relaciones simétricas son preferibles a las relaciones asimétricas.

Clinton defiende la libertad personal y de elección en todos los casos que conciernen al modo de vida; en este aspecto básico, es un liberal. Por eso le apoyan los jóvenes. Sin embargo, no es ni un liberal enteramente europeo, ni un liberal enteramente norteamericano; se encuentra a medio camino entre los dos tipos. Su énfasis en las virtudes públicas y en los deberes cívicos se aproxima más a las. ideas demócratas tradicionales, y su énfasis en el gasto público, al liberalismo norteamericano. Resulta muy dificil su liberalismo, pero está ahí. Hace sólo cuatro años, cuando Bush calificó a Dukakis de liberal, Dukakis protestó, porque aquello era una acusación muy grave. Ya no lo es.

Cuando Clinton era joven, organizó una marcha contra la guerra del Vietnam. Es razonable esperar que este presidente siga una política de defensa de los derechos humanos en todo el planeta. Esto es mucho más fácil ahora de lo que era antes, teniendo en cuenta que no existen consideraciones estratégicas de defensa nacional que puedan justificar el apoyo a las dictaduras. Como ya sucedió en el último año del mandato de Bush, la democracia norteamericana recobrará la buena conciencia perdida durante la guerra fría. De momento, sabemos poco de la futura política exterior del tándem Clinton-Gore. Pero, por mencionar sólo un ejemplo, Clinton es partidario de una intervención más radical en la guerra serbia y esto es una buena señal.

El presidente electo Clinton cuenta con un mandato popular. Eso significa mucho más que ser elegido. Ha sido elegido para que cumpla las promesas que hizo. Ha cambiado la idea que Estados Unidos tenía de sí mismo. Si hubiera ganado sin un mandato así, la situación habría sido más fácil para él. Pero ha ganado con este mandato y a este mandato deberá ser fiel. Será una tarea extremadamente difícil.

Clinton ha hecho que la gente se impaciente. Ahora está impaciente; quiere resultados y rápido. De hecho, quiere ver resultados en los primeros 100 días de la presidencia. Es prácticamente imposible mejorar la economía en el plazo de 100 días; también es imposible reformar los servicios sanitarios y el sistema educativo en ese periodo de tiempo. Lo que sí puede hacer el presidente es volver a cambiar esa percepción del pueblo norteamericano, y encaminarla en otra dirección distinta. Puede (junto con Gore) ofrecer la visión que sigue faltando, y crear la fuerte impresión de que las cosas ahora sí se mueven en la dirección correcta, que se va a llevar a Estados Unidos por el buen camino, aunque aún no esté en él. Si no, consigue crear la impresión de que el país se mueve en la dirección correcta, surgirá de inmediato el desencanto. Si lo consigue, es probable que Estados Unidos cambie para mejor en el transcurso de los primeros cuatros años de su presidencia.

es profesora de Sociología de la Nueva Escuela de Investigación Social, en Nueva York.

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